Inicio / Cuenteros Locales / Balthamos / El titilar de la noche estrellada
Caminaba por el borde del horizonte, un paso en falso y acabaría cayendo. Nunca nadie había llegado tan lejos, había alcanzado el mismo horizonte. Nada más llegar lo primero que hizo fue tirarse al suelo y asomarse para ver que había debajo. Y allí estaba la noche, la Luna rodeada de estrellas, todas preparadas para salir de su escondite cuando el Sol se escondiese. Era un espectáculo demasiado hermoso para describirlo con palabras, un espectáculo que lo atrapaba y capturaba su mirada haciéndole sentirse incapaz de irse de allí.
Las estrellas titilaban en su hogar como no lo hacían en el cielo, la Luna brillaba llena más que nunca mostrando todo su esplendor, cometas y estrellas fugaces competían en una carrera dejando un brillante rastro, hermosos planetas de múltiples colores y tamaños giraban sin descanso sin seguir ninguna órbita concreta. Todo esto al alcance de su mano. Pero por más que estirase el brazo no llegaba, ni siquiera era capaz de rozarlas. Si existiesen dioses sin duda que esa sería su morada entre los astros del cielo.
Mientras tanto el Sol seguía su camino por el cielo y rápidamente iba acercándose al otro horizonte para esconderse. Los astros de la noche salían uno detrás de otro, tan cerca y a la vez tan lejos, ocupando cada uno su lugar en el firmamento.
Ahora era el Sol el que descansaba debajo del horizonte, su luz era tan fuerte que casi no se podía asomar. Tan intensa era la luz que le dolían los ojos por eso prefirió mirar de nuevo a la Luna y a sus estrellas. Mirándolas desde ahí estaban mucho más cerca que viéndolas desde su hogar. Tumbado en el borde del horizonte contaba estrellas y admiraba su belleza embriagadora, les hablaba y estas le respondían con su titilar. Pero la belleza de las estrellas era eclipsada por la Luna. No pudo evitar enamorarse de ella y decidió quedarse a su lado para siempre abandonando todo lo que había dejado atrás.
Pasaban los días y las noches y el pasaba noche tras noche observándola desde el suelo y cuando el astro rey salía el la contemplaba desde allí arriba en el borde del horizonte, intentando alcanzarla con la mano. Cada día lo intentaba más y más, arriesgándose cada vez un poco más hasta que una mañana se cayó por el borde.
Cuando anocheció había una nueva estrella en el cielo, una nueva estrella más cerca de la Luna que todas las demás y junto a las otras estrellas titilaba cada noche suspirando por su Luna.
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Texto agregado el 25-08-2006, y leído por 308
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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26-08-2006 |
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Una romántica historia, llena de simbolismos. Muy buena. Un fuerte abrazo Ikalinen |
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25-08-2006 |
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Has realizado bellísimas imágenes..Fue como el lento amanecer o anochecer hecho palabras...Felicidades..Te superas amigo. churruka |
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