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Dicen que el amor es como una taza con café. Cuando lo preparas pensando en su amargo sabor, y cuando la taza tienes entre tus manos sintiendo su calor que llega a quemar, lo piensas dos veces, o lo dejas sobre la mesa hasta que se enfríe un poco. Hueles su aroma intenso, y no importa la marca. Sólo se conoce que es un café. Pero te vas a la habitación a cambiarte de ropa, tu atuendo debes cambiar y de comodidad recubrir tu piel entera. A la espera yace tu café. Si te distraes, “¡Oh! Un correo electrónico”, te sentarás y por un momento del café te olvidarás. Allá permanece sobre tu mesa.

Dicen que el amor se asemeja a una taza con café. Si por suerte te acuerdas de ella, lo beberás tibio y será veloz. La taza con el café y el café que recorrerá parte de ti, será parte de tu cuerpo: fusión. Y para ese momento ya estarás tan ocupado que regresarás con la velocidad del rayo a sentarte frente a tu computadora, y tus ojos reflejarán datos binarios. El café, es parte del ayer. Pero si te olvidas completamente del café que con paciencia te espera sobre la mesa (pero no cediendo a la lógica: se enfriará paulatinamente), ya será posible que una mosca caiga sobre él y aletee unos minutos hasta dejar su pobre alma tendida sobre él, ahogada. ¿Te lo tomarás cuando vayas camino a la salida para ir al trabajo y te percates de que yace todavía allí, pero frío como la misma muerte? No sentirás compasión por una mísera y mísero taza de café y café. Pero ya no podrás tomarlo, y al desagüe lo arrojarás sin un menor remordimiento.

“Mañana me haré otro.”, dices sin un gesto. Pero mientras tengas esa misma costumbre de derrochar el café por distracciones, todo tu tarro de café se agotará, y cuando necesites probar su cálido y agradable amargo sabor, no tendrás. ¿Comprar otro? Pues sí, fácil. Pero mientras sigas aplicando el mismo principio de indiferencia, todos los tarros que compres se derrocharán, hasta que logres beber delicadamente y con preocupación de no quemarse. Sólo así lograrás acabar con los tarros de café pero con la experiencia de valorar su sabor, y el color de esa negra sustancia, que algunos dicen que se parece al amor.

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