En una reunión de astrónomos, se acordó descalificar a Plutón de su categoría de noveno planeta, considerando que éste no reúne las condiciones para ser denominado como tal. Ante esto, hago la siguiente reflexión: Si todos los planetas de nuestro sistema solar están deshabitados, algunos de ellos con vastos desiertos polvorientos, expuestos a la metralla de millones de meteoritos y otros, gigantescos globos de gas girando como una veleta en la noche espacial, si la vida es un término que no se conoce en ninguno de ellos, si son simples esferas girando al compás del universo, ajenas a todo ¿Qué hace entremedio de esa armoniosa conjunción de astros, esta bola azulosa, diminuta a primera vista, pretenciosa a más no poder e invadida por millones de microscópicos seres cuyo único afán es tratar de estrujarla hasta que se transforme a su vez en otra esfera polvorienta, errática y sin atisbos de vida? Si los científicos esos, hubieran tenido un mínimo de razonamiento, no deberían haber descalificado a Plutón, que pequeño y todo, es uno más de esos planetas silenciosos que cumplen su periplo sin dañar a nadie. Planetas sin dioses ni banderas, espacios propicios para que la voluptuosa naturaleza de cada uno ejerza sus reglas inmutables, sin que ningún enano intente domesticarlos a su conveniencia. Planetas que no reconocen el término beligerancia, aunque muchos escritores de ciencia ficción se empeñen en fantasear con seres espantosos provenientes de Marte, Júpiter o Saturno, que desean invadir la tierra.
Envuelto en sus hielos eternos, un pequeño planeta ha sido reprobado por esos arrogantes personajes de la esfera azul. La noticia, de ser enviada a ese planeta que linda con los confines del universo, demoraría un sinfín de años en arribar. Mas, no creo que aquello le importase demasiado al lejano y destituido Plutón…