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C H E M A
Chema, que vivía del viento que lo acariciaba, no podía dormir.
Chema no era un asesino. No lo había sido hasta sus cuarenta y tres años y ciento seis noches sin dormir. No fue algo extraordinario lo que ocurrió para que Chema saliera de su mundo de insomnio. Después de ir a pescar, Chema iba al pueblo y desayunaba. Lo mismo de siempre, arepa de huevo y Colombiana. Ese día, como era usual, tomó de la Colombiana justo hasta donde comienza la C de la marca en la botella. Cogió la arepa, cuidando de no embadurnarse mucho de grasa y le dio un generoso mordisco. Tomó otro trago de Colombiana, esta vez hasta donde termina el dibujo de la botella. Cuando iba a dar el tercer mordisco a su manjar de todos los días su vida quedó dividida en dos mitades exactas. A los cuarenta y tres años y ciento seis días de haber sido parido insomne, Chema vio en su arepa un pelo grueso, negro y retorcido que todavía conservaba la raíz. Su estómago se retorció tan dolorosamente que expulsó todo cuanto tenía en su interior a tal velocidad que la tráquea chocó con el esternón haciendo que Chema sintiera el peor de los sufrimientos. Por un pelo grueso, negro y retorcido, Chema había vomitado con tanta presión que hubiera ganado un concurso nacional. Y justo cuando había expulsado todo, incluso la bilis, tuvo tiempo de sentir rabia. Mucha rabia. Toda la rabia que cabía en su delgado cuerpo moreno de pies y manos gruesas. Aun más rabia de la que podía soportar. Por un momento estuvo a punto de desmayarse, las venas hinchadas parecían explotar. Bum bum bum, oía su corazón y nada más. En ese instante, no era Chema, era una ráfaga de cólera pura. Alzó una silla y la descargó con tal fuerza en la cabeza de la cocinera de mierda, que quien sabe cuantas veces le había dado arepa de huevo con un pelo grueso, negro y retorcido, que la hizo explotar y caer de bruces al suelo de baldosas negras y blancas, lleno aún del vómito de Chema. Ahora la sangre se mezclaba con su vómito y esta repulsiva mezcla se desplazaba viva cubriendo las baldosas.
Chema buscó vida en los ojos ausentes de la cocinera. Sólo cuatro segundos duró su búsqueda, hasta que una de las meseras quebró sobre el parietal derecho del asesino una botella de ron. Chema cayó al suelo manando sangre que se mezcló con la de la cocinera, el vómito y el ron. Chema quedó tendido con la mejilla sobre la mezcla, totalmente inconsciente. Era el primer sueño de su vida, el único. Pasaría Chema en el hospital San Juan de Dios cuarenta y tres años y ciento seis días, durmiendo, antes de morir.
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Texto agregado el 16-01-2004, y leído por 268
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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27-02-2004 |
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Ehmm qué te dijera Tomás... no es el tipo de cuentos o narraciones que me gustan.. pero pa´qué te voy a negar.. está bueno... Te felicito!! Un abrazo! nirka |
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30-01-2004 |
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La imagen del hombre que no sabía dormir te daba para algo mucho más grande... es una chimba de metáfora y la usaste solo pa el final que parece el de un ensayo de ignaciano. Sería una nota que hubiera más aventuras de ese negro... ya contaste como murió pero estaría bien saber que más hizo en su perra existencia costera. dedalo |
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25-01-2004 |
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Muy, muy bueno. De todas maneras, de toda la buena descripción que hiciste, no me gustó el adjetivo cuerveado, que me parece que tenía una gran responsabilidad en toda la provocación del incidente. Creaste un ambiente muy bueno, pero hay ua serie de detalles que me dan la impresión de que no sabías el fin de la historia desde el principio, y lo digo porque me distraje en ellos y perdí el rumbo de la narración, ej, para qué había que mecionar la madre de chema?. Personalmente después me acordaré de hacerte otros comentarios. Pero este es uno de esos relatos que me hará leer más seguido por acá, y eso es muy bueno. dajara62 |
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25-01-2004 |
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Me gustó mucho... estoy de acuerdo con Baena, tu estilo costumbrista cada vez se deja ver mas... UN ABRAZOTE!!! mariquevedo |
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20-01-2004 |
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Interesante texto, muy fuerte, pero escribes bien, besitos AnaCecilia |
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20-01-2004 |
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Lo de las ideas que hemos venido comentando, veo que lo has hecho praxis, y es muy bacano cuando estas ideas son bien llevadas por `pequeños detalles que hacen que el lector este atento y simpatice con el que le esctribe. Tu estilo se esta tornando y veo qu eel costumbrismo que te caracteriza es cada vez mayor. Lo de la Colombiana y hasta donde se la tomo exclente, lo de no enseñar a dormir genial y la hitoria divertida. Yo empece a escribir antes que usted, pero sin querer queriendo y de conocerle fue que aprendi que a los lectores se les divierte, se les hace cortos, se les va llevando y ñluego BUM, se les remat... Alli ellos encuentran las ideas... sigalo haciendo, sigamonos encontrndo los estilos, que creo y el suyo fatidico y costumbrita esta cada vez mas a flote eikasias |
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17-01-2004 |
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Dice Ponzo:"el sueño es una llave para los inválidos, para los que no ven mientras caminan". Duro texto, una vida hecha vómito escupido en el tiempo. Imagenes crudas que intentan llevar al lector hasta el mismo asco del protagonista. Le aseguro que lo logra estimado. Gracias por compartirlo hache |
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