Me despertó, el balanceo acompasado de mi cuerpo, mientras escuchaba tambores a lo lejos, tambores que venían conmigo. Traté de abrir lentamente los ojos, aun estaba atrapada en un profundo sueño. Inspiré fuertemente en un bostezo y cuando pude levante mis adoloridos parpados hinchados, la luz de afuera, me penetro dolorosamente, taladrando hasta el centro mi cabeza, como un agudo rayo de fuego, me invadió un dolor de mal dormida y mal despertada, que no pude aguantar. Cuando por fin pude ver, la imagen me devolvió, un horizonte en el que se fundían el cielo y la tierra en rojos, abrasadores e incandescentes. Sentí mi cuerpo traspirado, pegoteado entre mis ropas húmedas y un calor subiendo desde el asiento de cuero hirviendo, tenía los pies apretujados en las botas duras, mis pies me pedían clemencia, me estruje con las manos en garras la cara, y desde la frente hasta la nuca rastrille el mal sueño, que percudía mi mente sin dejarme entender la realidad. Mi aliento, me devolvió un gusto acido, de ayunos acumulados. Tenía tanta sed. Me desajuste el pañuelo del cuello, como quien se quiere liberar de la soga de un ahorcado. Por fin me agaché para desajustar las hebillas de las botas, y la cintura me recordó, que mi columna, hacia ya muchos días, no descansaba, había estado en el asiento duro de este vagón, mucho tiempo…ahora me acuerdo...! Me trepé a este tren, que quien sabe donde me llevaría, para escaparme. Pero ¡ya esta! ya lo sé, que vaya donde vaya, el infierno, lo llevo dentro mió.
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