_Tras eso llegue a la posada norult, donde me esperaba Arford, Vanrik, telmer y orwikit. Pero no estaban ellos en ese momento, sino los caballeros de las sombras, del reino de lighärtfrom, más allá de las colinas de ruderick al sur del acceso al abismo desolado de mordor...; después de tan aterrador encuentro, arranqué hacia las dunas de wirinjkler, en busca de los asehr-jkesh, caballeros de la real orden de sandstomr. Arribándome hacia una muerte asegurada, pero a la vez una gran protección si llegaba a mí destino. Comencé a viajar a través del “desierto, un ser árido, traicionero y despiadado” para quien no lo sabe llevar, pero estaba seguro que no será este quien me impida el encuentro con los asehr-jkesh, sino otro ser de esta zona...
Casualmente, llevaba un mapa de la zona que había comprado en una tienda antes de llegar a la posada norult, tras lo cual comencé a caminar en dirección noroeste, a 45º de la estrella de lujgürt, luchando contra el viento y el desamparo. Luego de varias horas de viaje, y sin ninguna esperanza de encontrar algún lugar, comenzó a caer una bruma que cegó mi camino y dirección alguna vez existente. Tal vez creí sencillo el hecho de llegar con estos dioses del desierto, pero cada paso, cada segundo y cada metro que avanzaba se me hacia mucho mas pesado y silencioso, perfecto para ser presa de cualquier criatura del amo de la arena y la muerte...
Ahora ya puedo distinguir mejor el panorama, y a mi parecer estoy cerca de mi destino, pero ya no puedo mas, creo que me voy a...
-“Donde estoy…,”-fue lo único que dije antes de darme cuenta de que estaba ahí, en el mítico lugar al que necesitaba llegar, pero algo me incomodaba, quizás el hecho de haber llegado tan fácilmente, pero estaba aquí y no podía retroceder. Luego de haber despertado ya completamente, y haber hablado con uno de los guardias, me dirigí, guiado por uno de ellos, hacia el salón de los asehr-jkesh, donde pediría refugio y ayuda para encontrar a mis amigos. Tras el encuentro, me dirigí hacia el mayor dirigente de los asehr-jkesh, albud-kjadi, con quien tuve una gratificante conversación, en la que le comente lo sucedido en la posada y siguiente a ello, hasta antes de comenzar a viajar a través del desierto. Luego de la charla, todos (me incluyo) fuimos a cenar al salón principal, donde estuvimos parlando hasta altas horas de la noche, pero fue una lastima que los asehr-jkesh no descubrieran su cara al momento de comer.
Pasado unas semanas, comenzamos el viaje rumbo a “RIBOGDORD”, localidad donde comencé mi viaje con mis amigos en busca de “LA PERLA SOHUFÖLG”, pero se extendió tanto que decidimos que cada vez que nos separásemos nos reuniríamos aquí para comenzar nuevamente. Tras la explicación continúo; Toco que pasado los días, los asehr-jkesh tuvieron que dejar el viaje por un ritual que se celebraba en esa temporada, así que continué mi viaje con uno de los guardias que quedo en mi compañía. Después de estar a pocas millas de Ribogdord, el guardia me hizo una señal, y dando media vuelta, se retiro y desapareció, así que seguí mi rumbo a Ribogdord, entre peñascos y acantilados, luchando contra la sed y el calor, la hambruna y la desesperación, pero con la esperanza de que vuelvan a aparecer los asehr-jkesh y poder encontrarme con los de mi grupo para seguir el viaje; pero algo fallo, todo iba normal hasta que paso lo que presentí, pero que nunca pensé posible, y esto era el hecho de que los asehr-jkesh no eran los dioses del desierto, sino los mismos espectros que estaban en la posada, y que notándolo, eran mis compañeros que no encontré, y que ahora estaban ahí, listos y dispuestos, esperando todo un siglo para emboscarme, total ya tenían la ubicación de la perla, y yo ya no les hacia falta; pero ahí estaba yo, listo y dispuesto a luchar, ya que no tenia a nadie que me apañase, y por lo tanto lo único que quedaba era sobrevivir...