Convertir mi ser en tu sombra
para ir tras tus pasos en la luz,
y seguir siendo sombra por la noche
para envolverte con la profana
caricia del sueño.

Escuchar tu voz hasta nacer el eco
en los huesos desnudos,
cenizas que renacen al alba
con un beso
tras el sepelio de la oscuridad.

La arcilla húmeda tiembla
en sus huecos, mientras
tu voz recorre mi sangre
que a capricho divino
está tan lejos de la tierra.

En la espesura de la tarde
el paraíso carmesí descansa sobre tu piel,
respirando quimeras
humedad salina
que limpia el pasado y las heridas.

Cuánto mas puede alegrar al ser
que amar una realidad, en el lugar
de un frío espectro
rey del desierto,
esclavo de la luna.

Prendido en el hábito negro del día,
tu cuerpo es diminuto brillante,
un deseo se dibuja en tu boca,
y te miro...
mientras el dolor llama a nuestra puerta.