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DESDE UN SITIO INTERMEDIO


El accidente te sorprendió cuando pensabas en ella. Su rostro, iluminado por una sonrisa, fue la última imagen que retuviste en la conciencia. Y después, nada. Fue como quedarse dormido de repente. Más tarde y sin la noción del tiempo transcurrido, comenzaste a ver imágenes borrosas. El rumor de unas voces terminó por liberarte del letargo que te poseía. En un momento, las sensaciones se unieron y comprobaste que percibías todo como a través de otra persona.
El contacto de las manos sobre una piel te resultó vagamente conocido. La viste reflejada en el espejo y tu alegría fue indescriptible. Quisiste hablarle,
pero sus labios no respondieron a tus palabras, unidos en un solo trazo por el carmín del lápiz labial. Te buscaste en el espejo; sólo la veías mirándose a sí misma. Intuiste que verías únicamente lo que ella quisiera ver; no comprendías la situación, y dudabas tanto de estar vivo como de estar muerto. Recordaste que en el momento del accidente pensabas en ella.
¡Y ahora recibías todo por intermedio de sus sentidos!
Al cabo de un tiempo comprendiste que habías muerto, pero que también vivías aún, a través de ella, como un parásito espiritual. Sospechaste que ella ignoraba tu existencia post mortem, y una duda te espantó: ¿Hasta cuándo persistirías de esa manera? La incógnita era tan angustiante que lograste
abandonarla casi inmediatamente. En cambio, comenzaste a estudiar tus nuevas posibilidades. Fuiste casi feliz acompañándola en todos sus actos y navegando en sus pensamientos más íntimos. Al percibir su preocupación por tu alejamiento, quisiste comunicarle que estabas más cerca que nunca de ella, pero tu esfuerzo fue siempre inútil. La barrera era infranqueable. Y algo parecido a la desesperación te invadió cuando entendiste que tu aislamiento era perfecto.
De improviso, un presentimiento trágico unido a tu imagen cruzó por su mente, y regresaste a la nebulosa de la cual venías. Cuando pensó en otro asunto, casi simultáneamente volviste a ella. Ya sabías, entonces, que tu existencia se prolongaría hasta que le llegara la noticia de tu muerte.
La única manera de impedir esto, sería aislándola del mundo.
Intentaste dominarla para dirigir sus pensamientos y sus actos. Quisiste limitar sus movimientos; detenerla en su camino hacia la puerta de calle.
Finalmente, decidiste concentrar toda la fuerza de tu efímero ser para impedir que abriera el telegrama.
Por fin, a través de sus ojos que se llenaban de lágrimas, leíste la noticia del accidente. Inmediatamente después, penetraste en las profundidades de tu muerte definitiva.

Texto agregado el 16-01-2004, y leído por 398 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-01-2004 Quizás en verdad no seamos más que la suma de nuestras experiencias, y que dentro de cada persona que conocemos existe una porción de nosotros. Interesante seta
 
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