Un día de los inocentes de 1895 en París, los hermanos Louis y Auguste Lumière, realizaron la primera proyección pública de imágenes cinematográficas.
A pesar de ser los precursores, se retiraron de toda actividad cinematográfica luego de 3 años por razones que posteriormente admitirían: “Nos declaramos incapaces de mantener la competencia”. Lo que había comenzado como la magia de la proyección, la distracción mas barata para los analfabetos, como la actividad que unificaría las clases “dominantes” con las proletarias; se había convertido en corto tiempo en un negocio que dejaría incalculables ganancias. Dejó de vérsele como el arte de moda en Europa para tomarlo como el negocio mas rentable del continente, aunque claro, dicha idea fue desarrollada por personas de mayor visión calculadora, que obviamente no se interesaban por las formas de arte sino por las capitalistas.

Ahora se siguen exponiendo filmes con la ilusión de obtener fama y millonarias ganancias, en vez de hacerse con el fin de culturizar, de conocer las bondades de la expresión humana y su desarrollo. Tal es el caso de algunas muestras de cine norteamericano, que con su sofisticado y selecto grupo de talentos de”Hollywood”, invaden nuestras salas de cine con un objetivo netamente comercial; razón por la cual, en continuadas ocasiones, han logrado llevar a la pantalla basura distractoria, con lo que nos damos cuenta de la primera degeneración del séptimo arte: el negocio (aunque por supuesto, en muchas otras oportunidades han logrado justificar su afán de hacer comercio con producciones que se consolidan como verdaderos aciertos).

Para la segunda década del siglo XX, la actividad pasó a ser la nueva técnica utilizada por reconocidos grupos políticos para llegar de una manera casi subliminal a la mente de las personas, utilizando dicha forma de arte no de manera estética sino alienadora de ideologías determinadas. En la Unión Soviética, por ejemplo, el cine era utilizado como medio de persuasión Bolchevique dentro de lo que se conoce históricamente como Revolución de Octubre. Y si Rusia supo utilizar este medio en el ámbito político, Italia si que lo hizo en el caso Fascista. Es aquí donde encontramos entonces la segunda degeneración del cine: la alienación ideológica.

Muchos son los que se atreven a atacar de forma tal los anteriores aspectos del cine, pero, ¿son los creadores de las degeneraciones de la pantalla grande, los verdaderos responsables de la falta de culturización de la que se ha hablado? ¿Y quién dice que lo descrito anteriormente en los filmes no es cultura? Si bien, el cine ha tenido y tiene temporadas de comercialización y emisión de imágenes con una finalidad ideológica, también es cierto que no a todos los espectadores les llega este mensaje de manera directa, y por lo tanto este medio no se hace totalmente efectivo para tal fin.

La mayoría de nosotros vamos al cine por simple lujo, por distraernos, tal y como lo habían planeado los hermanos Lumière, ¿o cuántos se han preguntado en la sala de proyección cómo se llevan a cabo los procesos de doblaje, montaje, cambio de rollos, alteraciones del color, y todo cuanto incluye el hacer posible que nos quedemos hipnotizados frente a la gran película? Quizás los hermanos tenían razón, “la proyección de imágenes fue hecha para el entretenimiento”, pues el mundo en el que vivimos, después de un siglo y algunos años, sigue dejando la tarea de la interpretación sólo a los considerados intelectuales.
Vemos pues como cada persona tiene la posibilidad de asumir determinada postura a la hora de recibir información cinéfila proyectada en una sala, teniendo la oportunidad de imaginarse la realización de la película, los trucos empleados para no dejarse engañar, la oportunidad de ir mas allá en su pensamiento y tratar de interpretar el verdadero mensaje del filme ó, como la mayoría, la oportunidad de meternos durante aproximadamente dos horas (si no se trata de un cortometraje) en una historia de ficción, que puede servirnos para obtener experiencia de cierto modo, para entretenernos, para despejar nuestras mentes y desconectarnos por un momento de la propia realidad.