El aguardaba expectante la sentencia, la cual parecía que nunca jamás tendría lugar, la decisión que definiría su existencia. Esta podría ser la única que presenciaría jamás, o bien podría significar el comienzo de una cadena interminable de indecisiones que reclamarían una resolución. Pero esto, por el momento, no le importaba, su entendimiento se limitaba a la duda, una duda profunda e hiriente que carcomía de a poco su ser. Ya había visto a infinidad de seres de su tipo caer ante el poder de la duda, algunos llegaban casi hasta el final del camino y se derrumbaban sin mas, otros no llegaban a terminar de forjarse cuando eran aplastados por el peso de la incertidumbre. No era nada fácil de soportar, pero su camino hasta allí había sido terriblemente duro y trabajoso para dejarse vencer.
A su alrededor todo era oscuridad, sin embargo, en la cúspide del camino que recorría se encontraba la luz, la ilusión, la esperanza de cumplir su cometido, de llegar a su meta final, pero, ¿que pasaría si no lo lograba?, tantas esperanzas puestas en el tiradas al eterno abismo de las desilusiones. No!, no debía pensar en eso, no podía dejarse caer en la duda, debía esperar pacientemente la decisión sin importar cuanto tiempo tomara.
Tranquilamente se sentó a esperar montado sobre sus ilusiones, las cuales se diluían gradualmente al igual que su propio ser.
El esperaba pacientemente y era un fantasma, un fantasma de un sentimiento, de un pensamiento concebido por una mente diferente, un pensamiento que nunca nadie podría tomar en serio, un fantasma destinado al olvido y al descarte.