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EL LUSTRABOTAS
De súbito, una voz lo saluda y un zapato se apoya en el cajón. Sin mirar hacia arriba, el niño responde al saludo y comienza a lustrar. Primero uno y luego el otro, los zapatos adquieren un brillo intenso. Parecería que hubieran esperado su betún y su cepillo para relumbrar de esa manera. El lustrabotas advierte que esos zapatos son muy parecidos a los suyos, a pesar de ser más nuevos. Y descubre que el color del traje del hombre es semejante al ya desteñido de sus pantalones cortos. Reconoce también sus medias en las del cliente. Termina de lustrar, mira hacia arriba y lo observa detenidamente. Es un hombre ya maduro, y sin embargo al niño le parece estar frente a un espejo. Se pone de pie y lo contempla con asombro. Tienen igual color de ojos, la misma expresión en la boca, las mismas manos encallecidas por el cepillo de lustrar. El hombre le devuelve la mirada
Entonces, rompiendo ese espejo imaginario, estrechan sus manos y luego se funden en un abrazo. Son, definitivamente, una sola persona.
Comienza a caminar, alejándose del cajón de lustrar. Al rato se vuelve para contemplarlo por última vez. Y, para su asombro, comprueba que ya otro niño lustra zapatos en él, impulsado por el deseo de encontrarse a sí mismo.
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Texto agregado el 16-01-2004, y leído por 1054
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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23-01-2005 |
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Tus cuentos me proporcionan una especie de relajamiento mental bastante agradable. alipuso |
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02-03-2004 |
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Ta'...linda idea. Abrazo. CalideJacobacci |
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