Nacen los despreciables sin ser deseados, aman, sin ser amados, olvidan, cuando otros recuerdan, maltratan, cuando otros los cuidan.
Dejar de ser despreciable es casi un milagro, un milagro para otros, un milagro para ellos mismos.
Dañan y se dañan, no quieren, pero está en su esencia, en su viva locura, está en su piel encarnada, en su alma podrida.
Dejar de ser despreciable es como un sueño,¡¡¡se es libre!!!, sin ataduras, sin fronteras ni muros que te encarcelen, pues el despreciable se siente encerrado y daña cuando cree que el momento de la libertad llega. Se confunde con falsas ilusiones, no se da cuenta del desierto que lo rodea, la falta de agua que lo deshidrata. Cae, duramente en aquella tormentosa realidad, en la sequía de su corazón, en las llagas de sus manos y sus rodillas.
Un despreciable no es capaz de sanar por cuenta propia, es torpe, necesita ayuda. Ni 200 brazos, ni 100 cabezas curan a este desdichado mal augurado. Ni aún un millón más son capaces de sanar aquel herido corazón, herido, claro, por las mismas heridas que él sin querer a otros a causado...
¡¡¡Sufre despreciable!!!, deja que de tu pecho brote la dicha y la alegría, ¡¡llora miserable!! por quienes has echo llorar... Nace del polvo y en polvo te convertirás.. nace desdichado y en desdicha te irás...
|