Jamás antes de conocerte había podido ver un ángel, cuando te vi; tan gracioso, tan extraño a mis ojos, fue como si en ese atardecer los rayos anaranjados de mi esférico dios penetraran en mi cabeza para hacer no que no mirase otra cosa que tu cuerpo inquieto, nervioso por tener que demostrar la autenticidad de todas las palabras antes dichas.
La primera vez que me dijiste te quiero, era absurdo, falso, para morirse de risa
Sin embargo a tu corazón no le hizo ni tan siquiera sonreír porque sabia que ya lo estaba empezado a sentir... fue muy fácil enamorarse, muchas promesas y pocas de verdad, conquistaste rápido y sutil mi pensamiento, sin conciencia mutuamente en ese primer beso nos entregamos el alma en el movimiento de nuestras lenguas abrazándose.
Olvidamos el futuro, me acariciaste y despareció el miedo a querer, no nos dimos cuenta pero ya no había marcha atrás, tus labios buscaban rozarse con los míos y necesitaba tener tu cuerpo conmigo a todas horas. Unimos nuestras manos y nos enfrentamos a la distancia sin pensar en que podíamos perder la batalla. El corazón nos dictaba que había que aguantar en alta mar sin naufragar y nosotros seguíamos cada uno de sus latidos sin saber que esta ruta era tan dura. Y así pasaron los meses en este viaje, navegando juntos por la vida, creando ilusiones al ver brillar las estrellas, rezándole a la luna para estar siempre contigo, parando en la playa en la que pase mis llantos solitarios, ahogándome sin tu piel salada y con ganas de tirarme por la borda... En esos momentos de desesperación y angustia mientras las olas apagaban el humo de un cigarro que se consumía a la misma velocidad que mis ganas de luchar, sentía tus brazos alejándome, tu voz susurrándome al oído justo lo que quería oír lo que me hacia olvidar el mido a sentir que tú en realidad no estabas ahí.
En una tarde de lluvia y marejada nos entregamos la vida por completo, fundimos nuestros cuerpos, sintiéndome tan tuya... fue la muestra del deseo que comenzó y nunca terminara. A partir de ese momento comprendí que no puedo vivir sin ti, que eres mi vida, mi mar, mi cielo, mi horizonte... que eres todo lo que he podido pedir a mi ninfa sagrada. Así lo siento hoy no tengo miedo porque sé que de nada me sirve llorar porque tu estas aquí a cada momento, parte de tu alma esta dentro de mi corazón, me la has entregado en cada beso, cada mirada, cada te amo y no puedes hacer nada parar salvarla porque eres y serás mío mientras nuestros latidos se muevan al unísono.
Y después de un año de haber hecho crecer este mar con mil lagrimas derramadas por ti, de haber construido nuestro cielo con sonrisas broncas y abrazos, después de que tu alegría y tu pena hayan sido mi vida, tengo bien claro que por mucho miedo que me de tenerte que amar, el sentimiento que nació entre tu yo sigue navegando como un velero a un puerto seguro entre tu corazón y mi felicidad.
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