SOLO
Al instante en que desperté, aun medio aturdido, mi mente empezó a reclamar por el abuso de los químicos que habían entrado en mi ser. El hecho de ser un astronauta militar de la Flota Espacial Global, con el férreo entrenamiento militar y tratamientos médicos preventivos, no me aseguraban las respuestas a todo lo que me estaba ocurriendo.
Lentamente, fui recordando lo acontecimientos anteriores a mi obnubilación. Las palabras entrecortadas:
- ‘Esta es la SEG Titanus, a cualquier nave militar o civil en el área. Respondan, cambio…’
También, la tenue neblina anaranjada que invadió el puente después del impacto y la explosión… ¡Explosión! ¡Sí, habíamos sido impactados por un misil fantasma! Los misiles fantasmas se aparecían en los censores hasta unos mil kilómetros de distancia y habían sido el arma más letal de los marcianos desde que inició la Guerra de los Mundos. Su magistral camuflaje electromagnético y su insuperable velocidad los hacían verdaderas obras de arte del arsenal estratégico del Ejército Marciano.
Despacio, me incorporé y de inmediato sentí las nauseas causadas por el vacío estomacal característico de la gravedad cero. Estaba en uno de los pasillos que conectaban la sala de máquinas con el puente. La incógnita que golpeaba mi cabeza era, ¿por qué estaba allí, entrampado en uno de los conductos de ventilación si a la hora del ataque estaba en el puente?
Flotando en dirección a la escotilla de acceso al puente y sin ninguna respuesta, me devanaba los sesos pensando en donde estaba el resto de los diez tripulantes del Titanus. Una luz roja e intermitente taladraba mis ojos y una voz electrónica se escuchaba constante:
- ‘Peligro, peligro: Curso de impacto solar 25764 en cinco horas, cambiar curso de colisión inminente…’
- ‘Peligro, peligro: Curso de impacto solar 25764 en cinco horas y cuarenta y siete minutos, cambiar curso de colisión inminente…’
Tenía que llagar al puente, y lo que más me molestaba era que estaba solo. A los cinco metros de la escotilla encontré una de las terminales del sistema intercomunicador de la nave, al cual me aferré y pulsando el botón, reclamé:
- Aquí Cardoza, si alguien está escuchando por favor conteste. Me encuentro en el pasillo D-4 hacia el puente y aun no he detectado sobrevivientes. Repito: aun no he detectado sobrevivientes. Si alguien escucha por favor conteste, cambio…’
Esperé el tiempo suficiente para que alguien respondiera, aun estando herido, pero pasaron tres minutos y nada. Repetí mi llamado y pasaron otros cinco minutos y nadie respondió.
En la atmósfera artificial que había sido depurada por los sistemas de soporte de vida, aun se sentía el olor que identifiqué como el que sentí cuando la neblina anaranjada invadió el puente después del impacto del misil. Inmediatamente mi cuerpo se estremeció por el asco y sacudida estomacal que siguió después, igual que al recordar cosas desagradables.
Al llegar al puente, me acomodé en uno de los asientos para pilotos y me concentré en los sistemas. Difícilmente logré iniciar los censores internos para buscar a los demás tripulantes. También los censores de barrido perimetral de largo alcance para saber la localización exacta de la nave y analizar los niveles de oxígeno, agua y demás componentes del sistema de soporte de vida. Tenía que ver la situación en la que estábamos.
No encontré a nadie, parecía que el impacto y la explosión habían dañado los sistemas censores internos. El estado del sistema de soporte de vida era crítico: solo el 35% de la capacidad. Al hacer el barrido perimetral de largo alcance, me quedé horrorizado: la nave se encontraba en ruta de colisión al Sol, al que llegaría a la velocidad orbital actual, en cinco horas y treinta y cinco minutos y yo tenía grada preferencial del inminente fin de la nave.
Rápidamente, busqué el panel de circuitos principal de los censores internos y observé que había unos cuantos cortados y dañados. Los reparé y realicé un nuevo barrido en busca de sobrevivientes y el resultado fue igual: no había nadie más que yo en la nave. Grabé un nuevo mensaje y continué la transmisión repetida en todas las frecuencias conocidas para naves civiles y militares:
- ‘Esta es la SEG Titanus, a cualquier nave militar o civil en el área. Nos encontramos averiados a la deriva, en ruta de colisión solar entre las coordenadas 44563289 y solo nos quedan cinco horas antes de la desintegración de la nave. Respondan, cambio…’
Repetía una y otra vez el mensaje:
- ‘Esta es la SEG Titanus, a cualquier nave militar o civil en el área. Nos encontramos averiados a la deriva, en ruta de colisión solar entre las coordenadas 44563289 y solo nos quedan cinco horas antes de la desintegración de la nave. Respondan, cambio…’
El tenue y constante zumbido de las máquinas del sistema de soporte de vida me fue hipnotizando de manera furtiva. Cuando me percaté estaba analizando la situación que me encontraba. En unas cuantas horas sería sofocado por el descomunal calor del las primeras capas del Sol, aun cuando ni siquiera me hubiera acercado lo suficiente. Envidiaba a mis colegas de tripulación pues no sabía el fin que les habría tocado y yo moriría asado en un inmenso asador de titanio.
Mis compañeros. La nave. El ataque. La explosión. La nube anaranjada. El impacto contra las paredes del pasillo durante la explosión. ¡Si, eso era! Yo no había sido alcanzado por la nube antes de perder el conocimiento, los demás si.
Ante el inminente fin, ya resignado aunque con la esperanza de encontrar algo que me salvara, me ubiqué en una de las terminales del computador central de la nave e inicié una búsqueda en la base de datos de inteligencia del Gobierno Global de la Tierra en busca de algo relacionado a los misiles fantasmas del Ejercito Marciano y a la nube anaranjada. Tenía la leve sospecha que había escuchado algunos rumores acerca de estas armas.
Lentamente apareció información acerca de las características de los misiles: velocidad, alcance, poder destructivo, composición, sistemas de camuflaje, en fin, un compendio detallado de los mismos. Pero había algo mencionando al ‘tretomitas’, sustancia plásmica que los marcianos lograron desarrollar a raíz de las investigaciones en cuanto electromagnetismo avanzado. Se tenían las sospechas que los marcianos habían logrado desarrollar la tecnología de la desintegración y reintegración de la materia tanto orgánica como inorgánica, es decir la teletransportación por medios químicos y magnéticos, y no físicos. Aunque mayormente peligrosa por la improbabilidad de la mezcla química en el lugar de origen y destino, esta tecnología utilizaba menos energía que la física, donde por medio de energía pura y concentrada se lograba descomponer cualquier sustancia y trasladarla en forma de energía a cualquier lugar donde se podría ‘armar’ todo de nuevo. El problema es que todas estas tecnologías estaban en un nivel teórico y no se había podido comprobar con éxito. Hasta ahora.
¿Dónde estarían mis compañeros de tripulación? ¿Los habrían ejecutado en una nave marciana o serían aun prisioneros? En los censores de barrido perimetral no se detectaba nada a más de seiscientos millones de kilómetros a la redonda, ninguna nave. ¿Dónde estarían? Lástima por ellos. Al menos, yo tengo la certeza de cómo voy a morir. Los sistemas de soporte de vida, aun al 35% de la capacidad, lograrán mantenerme fresco y seguro hasta el último momento que fallen y no puedan competir con el calor infernal que me abrasará junto con la nave en cuestión de centésimas de segundo. Mi único sufrimiento será psicológico.
Con algunas drogas y música, lo soportaré. Viendo en la dirección de la Tierra, cuyo disco a esta distancia es apenas visible, me despido de la humanidad y la vida. Hacia allá irán mis últimos pensamientos y sentimientos. A Angélica, donde quiera que estés. Si pudieras tomar mi corazón en este momento. Adios, mi vida y corazón. Te brindo este último vals.
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