Con el título que se acaba de leer quería iniciar una narración sobre la historia de los besos que han formado mi vida. Descubrí que he olvidado muchos y recordado alguno en forma especial. Y creo que la historia de mis besos debe ser por completo autobiográfica, porque de lo contrario no podría convencer al lector de que lo que estará leyendo es interesante.

Pensando en ese tipo de cosas, hoy me he dado cuenta de que los textos que escribo son como un diario que voy llevando. No se trata del clásico diario donde se escriben todas las impresiones, sino de uno donde las impresiones son utilizadas para componer narraciones. Mis narraciones tienen el propósito de desarrollar una faceta de mi que he descuidado toda la vida y que siempre he querido explorar, la del escritor.

Cuando escribo me doy cuenta de que hacer algo que valga la pena es como modelar en plástilina. Hago un modelo básico y voy añadiendo, quitando, o cambiando detalles para que el todo resulte armonioso. No estoy muy seguro de los resultados, pero creo que por lo menos mis nietos dirán que tenían un abuelo medio loco al que le gustaba, entre mil cosas, escribir.

La profesión del escritor me atrae mucho, sobre todo desde que leí que Faulkner se había dedicado a ella viendo que le quedaban todas las tardes y noches para zanaganear. En esto, tener tiempo libre para hacer lo que quiera, desearía imitar a Faulkner. Si lograra llegar siquiera a sus tobillos como escritor, la zanganería estaría justificada.

De todas maneras me parece que la única forma de aprender a escribir es leyendo, escribiendo y leyendo lo escrito como si fuera de otro. De lo primero tengo que decir que he leído cuanta cosa he podido, pero sólo en los últimos tiempos me he puesto a ver cómo es que la gente escribe, o cómo escribo yo. De lo último, de la autocrítica, tengo que decir que me parece que es demasiado drástica. Pero esto me gusta porque creo estar acertado cuando digo que no escribo bien.

Me consuela el hecho de saber que Chagal empezó a pintar más o menos a mi edad (tengo 45). Y quién sabe, de pronto me suena la flauta y logro algo bueno. Pero si no lo logro, entonces no me amargaré pues tengo edad suficiente para comprender que el éxito es algo tan vano como la fortuna. Me interesa más ver la vida por medio de la escritura. Escribir es como tener una varita mágica que uno va moviendo aquí y allá para construir de una forma diferente lo que uno va viviendo. Es como hablar en otro idioma que es más eufónico, más bonito.

Me daría vergüenza que mis textos se conocieran. Eso sería desnudar mi alma. Y en este sentido no estoy muy seguro de querer mostrarme. Si algún día publicara algo, tal vez lo haría con algún seudónimo y evitaría todo tipo de fama. Nada aprecio tanto como el anonimato y no soportaría que estando en la calle alguien me parara para hablarme de lo que escribo. Lo escrito escrito está. Y todo lo que quiero decir está en mis escritos. Si hay algo que no queda claro, o es porque quiero que no quede claro, o es porque no soy un buen escritor.

Pero moriré, gracias a este archivo, con la conciencia tranquila por haber hecho, al menos, el intento de escribir.