Las muchachas en Calamar bailan como si el mundo se fuera a acabar. Tienen la costumbre de salir a la pista y empezar a bailar separadas de la pareja, pero despues de dos segundos, tan pronto hay un cambio de ritmo en la música, abren los brazos y en una actitud de entrega, se abrazan con todas sus fuerza y se pegan tanto como pueden. No les gusta que la mano derecha de la pareja les toque la piel de la espalda, así que esa mano debe ir sobre la ropa. Pero a medida que acomodan esa mano, con su izquierda, el brazo derecho es pasado por le hombro de la pareja y aprietan con fuerza. Es requisito bailar con las caras pegadas. Ellas van cantando al oido de la pareja y para nada retroceden. Es facil sentir el contacto de todo su cuerpo. Se mueven de adelante para atrás dejando que el cuerpo pendule empujado por el impulso de las caderas. A veces ellas empujan, a veces son empujadas. Las entrepiernas están en contacto y el roce es normal. Si se cansan, aflojan un poco el abrazo, lo suben o bajan un poco y vuelven a apretar con fuerza. Si no se sienten bien apretadas, toman la mano del parejo y la colocan un poco más atrás para que el abrazo sea más estrecho.
A veces son las caderas las que se unen y hay un poco de conversación. Las mujeres apartan su pecho pero mantienen unidas las caderas. Entonces son abrazadas por la cintura. En estos casos el contacto de los cuerpos es más intenso y el baile se hace más placentero.
Rozar las partes intimas es lo común. Los muslos siempre se tocan. El baile es un acto altamente erótico pero al mismo tiempo desprovisto de malicia. Es una forma de expresar la forma de ser, abierta y descomplicada, de estas gentes. Se puede bailar con al novia de otro y esta actuará de la misma manera.
Se trata de manifestar, creo, la alegría de estar vivo y de poder disfrutar al otro. El baile es una forma de entregarse por un momento sin las complicaciones de una relación formal, sin obligaciones.
A mi me parece que el baile en Calamar es una expresión cultural que muestra lo que esta gente es. Aquí no hay campo para actuar en forma solapada. Aquí uno simplemente se entrga y de la otra persona no espera sino que la otra actue de igual forma. No hay nada que esconder. El tabú de tocarse no exsiste.
Por mi parte he disfrutado enormemente esta forma de expresión. He bailado así. Me ha costado un poco de trabajo entender porqué ocurre y he tenido que dejar a un lado toda mi educación para disfrutar este tipo de manera de bailar que al principio me intimidaba.
Y tengo que decir que he disfrutado no tanto los roces o los abrazos, como la sensación de entregarse a otro ser humano de la forma más natural posible. Bailar en Calamar es hacerse más conciente del propio cuerpo y es comprender que existen otras maneras de ver la vida, completamente diferentes de las propias, pero tan valederas y respetables como las nuestras.