Sonó la puerta, ella con su particular caminar se acerco, extendió su mano y abrió de un solo golpe, tras el umbral la figura de un tipo bien trajeado, con un excesivo peinado al viejo estilo de la gomina, la miraba con unos ojos vidriosos, haciéndose llamar restaurador de viejas fotografías consulto si le otorgaban el permiso de revisar las postales de los muros.
Ella le daba un atisbo de cierta desconfianza, que hasta pensó que le ofrecería un boleto ganador de lotería como medio de estafa.
Bueno como podrá darse cuenta señora…. Miquela respondió, señora Miquela.
Esta foto que aparentemente es de usted y su marido. Tiene grandes muestras de humedad que podrían acabar por siempre con ella, como profesional de este servicio recomiendo repararla de manera rápida; con los últimos avances de la tecnología, así sus hijos, cuando usted deje su temporalidad carnal, podrán visitarla en aquella imagen.
Al cabo de un par de minutos, tomo una bocanada de aire y respondió con energía: no me interesa que ellos me vean como un mono dibujado sobre la muralla, para que para que los rodee la nostalgia, y los cubra la tristeza. Además de recordar los malos momentos que pude haber ocasionado. Si yo me muero ha de ser con esta vieja foto, que rememora mis más bellos tiempos de antaño, si vuestra idea es conseguir dinero de esa forma, esta equivocado, si desaparezco de esta causa con palabras dibujadas en mis labios, pereceré sin mostrar mi lado indigno y despreciado. Yo no molesto a nadie, y por esta foto no quiero causarlo, y si me disculpa me retiro: hay labores en una casa que no se detienen con el correr de los años.
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