David era un niño despierto, demasiado canijo para su edad y sin demasiados atractivos. De mirada esquiva y muy callado; pero muy espabilado... decían sus vecinas, sus profesores y la tendera de su calle. En verdad lo era; no había tenido otra elección; si no llega a espabilar no hubiese llegado a cumplir los 11 años que se amontonaban ya ancianos y desordenados detrás de la expresión de su cara.
David empezó a espabilarse en su mas tierna lactancia, con solo unos meses aprendió que llorar no le reportaba ningún beneficio, solo gasto calórico inútil, e incluso podía hacerle acreedor de algún testarazo; así aprendió poco a poco que era mejor mantenerse en silencio, llamar la atención lo menos posible y mantener la boca cerrada, pues ya era probable que se la partieran aun sin abrirla. Empezó, seguramente por instinto de conservación o potencial evolutivo, a desarrollar una gran capacidad de observación. Siempre situado en un estratégico rincón, lejos de aviesas miradas y de posibles incidentes en los que siempre llevaba las de perder; utilizaba las energías que no malgastaba en inútiles lloros o en vanas conversaciones acechando y aprendiendo de cualquier eventual situación.
Así pues, empezó a darse cuenta de algo plausible; su familia no era como las de los demás niños. Nunca había sentido envidia de nadie ni de nada; solo sabía que las cosas eran así... y así las aceptaba; sin rechistar y adaptándose de una manera casi mutante y detenidamente estudiada a las cambiantes circunstancias que le rodeaban. Aceptaba un gesto cariñoso o un bocadillo de una vecina de la misma manera que una mueca desdeñosa, un insulto o un coscorrón. En realidad ni una cosa ni otra le causaban especiales sentimientos.
En su corta memoria recordaba cuando aun su madre le ayudaba a vestirse por las mañanas; la ropa limpia y ordenada encima de la silla, el desayuno ya preparado... sus mimos y sus caricias; cuando estaba bien... y su cara, casi siempre triste. Recordaba también algún beso de su padre y cuando bajaban juntos al bar y él lo sentaba encima de una de aquellas sillas altas para beber su Cocacola. Y recordaba los gritos, los cacharros rotos; la policía....los vecinos asomados a la puerta y a su madre llorando.
También aprendió con premura que nadie iba a hacer gran cosa por el. Desde que muriese su madre; de alcoholismo, cáncer y hastío; empezó a prepararse su comida, a abrigarse, si es que hacía frío o a poner la lavadora cuando lo creía conveniente ...o en el caso poco probable de que su padre se acordara, cuando este se lo ordenaba.
La cartera de su padre solía estar bien surtida y no le costó darse cuenta de que no apreciaba la falta de pequeñas cantidades, las utilizaba para comprar comida y cerveza, su padre se enfadaba mucho si no había cerveza...curiosamente se enojaba si no había, pero nunca le había visto traer cerveza. Compraba también sus libros, su madre le hizo prometer una vez que estudiaría siempre y los mantenía bien escondidos, por si acaso.
Era ordenado con sus cosas, al fin y al cabo no tenía tantas; le gustaba leer el periódico que su padre usaba para llevar bajo el brazo.... y la televisión... La televisión le había enseñado casi todo lo importante que sabía, tenía mucho tiempo para verla aunque a su padre no le gustaba, no era raro, no le gustaba nada de lo que hacía ni nada de lo que decía, aunque decía poco; no le gustaba ni su simple presencia...pero como nunca estaba; o bien no se encontraba en condiciones de evitarlo; pasaba horas y horas delante de su compañera.
La televisión le había enseñado porqué su padre nunca estaba en casa y porqué había que esconderse cuando llegaba; le había dado lecciones sobre quienes eran aquellas mujeres que le acompañaban y porqué traía siempre aquel olor tan fuerte...y le había hecho darse cuenta de que había gente mas afortunada que el, le había enseñado que su padre no le quería... y por eso había aprendido también a tener paciencia, no hay mal que cien años dure...
También la Tv. le había enseñado que la navidad no existe; la Tv y su padre se habían encargado de rebatirle punto por punto, todos esos tópicos que la acompañan; la nochebuena no era mas buena que cualquier otra; la nochevieja la pasaba solo, como siempre ante la televisión... y la noche de reyes...la noche de reyes se acababan los anuncios de juguetes, no le llamaba la atención por otra cosa.
David por tanto no creía en la navidad, se le podía sorprender sonriendo divertido ante los anuncios de juguetes, a el lo iban a engañar...; se desternillaba de risa cada vez que escuchaba, un villancico, hay que estar estúpido para ponerse a cantar tales canciones... y miraba sin disimular su desprecio aquellos anuncios de familias reunidas en torno a mesas repletas; no se imaginaba quien podía caer en la tentación de comprar tal o cual turrón después de ver semejante anuncio.
La navidad era un invento, a el no se la iban a dar...aun no sabía de quien era idea, pero empezaba a sospecharlo, era un complot maquinado por multitud de tiendas, grandes almacenes y fábricas de juguetes y de perfumes . No había mas que mirar a la gente por la calle, hipnotizada, con sonrisa idiota, cargada de paquetes, haciendo inmensas colas...Y toda esa historia de pedir deseos y regalos de Papá Noel y Reyes... ¿pero como era posible que alguien creyera en eso?, el había pedido cosas muchas veces y de lo mas barato además... y nunca le habían concedido nada, ni cuando todavía le quedaban dudas sobre su existencia. A los Papá Noel del barrio los conocía a todos y los reyes ni siquiera eran los padres como decían en el colegio; el sabía toda la verdad....era todo una gran mentira.
Aquel día de Navidad sin nochebuena estaba tranquilamente sentado en el sillón frente a la tele cuando golpearon la puerta con insistencia, no solía abrir, se había llevado un par de sustos ya con presuntos conocidos de su padre, que lo buscaban siempre con mas insistencia que buenos modales, pero se decidió cuando escuchó la voz de su vecina a la que pudo reconocer entrecortada por los golpes.
Dos policías de uniforme flanqueaban la puerta, dijeron el nombre de su padre y le pidieron que les acompañara; no le dijeron nada mas, pero no había que ser muy espabilado y el lo era...para comprender que no volvería a ver a su padre. Hablaron primero con la vecina; después lo llamaron por su nombre y le pidieron que recogiera algunas cosas para acompañarlos, porque a su padre le había ocurrido algo; les temblaba la voz, sintió pena por ellos, pero no dijo nada....
Llenó una bolsa con sus pocas pertenencias y un par de periódicos, después preguntó a los policías a donde lo llevaban y si tenían tele allí...Antes de subir al coche que los esperaba, pidió permiso para comprar algo en una tienda de chucherías.
Después, el coche de policía se fue alejando por la calle casi vacía a esas horas; en el asiento de atrás...David escondía en su bolsillo una pequeña estrella de Belén plateada que había comprado.
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