Mientras caía miraba, pero no veía. No veía como el llanto y la sangre se fundían a su alrededor , como el dolor se hacía tangible y el olor de la muerte inundaba el paisaje. Caía y no escuchaba los gritos que desgarraban todo a su paso, que despedazaban su ropa, su piel y sus huesos sin piedad.
Crueles risas surgían de la oscuridad, miles de voces reían a su alrededor, miles de carcajadas sumaban dolor a su interminable caída. Quería ignorar las burlas, pero no podía, mientras más intentaba hacerlas a un lado más fuertes se hacían y más daño le causaban.
Mientras todas las penas se hacían una el continuaba cayendo y sufriendo en soledad, nadie lo acompañaba en su dolor, nadie se compadecía de su tormento.
En su camino se cruzó con otras almas en pena, pero no les prestó atención, no notó su padecimiento, continuó cayendo ciego e invisible en el dolor.
La hermosa risa de una niña floreció en medio de la oscuridad y el sufrimiento, pero rápidamente se apagó, nadie la escuchó, nadie advirtió su belleza, continuaron sumergiéndose en la desolación de su abismo sin interesarse en nada mas.
Los gritos insistían en desgarrar sus huesos con furia, el olor de la muerte era insoportable, el llanto y la sangre bañaban todo a su alrededor, las carcajadas impiadosas no cesaban, el dolor era cada vez mas tangible, la dulce risita se había ido para siempre, y el aún caía, caía y nada más importaba, ni importaría jamás, solo su eterna caída a ciegas en el abismo de la vida.
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