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Ella está sentada en el medio de una habitacióm extraña. La gran ventana abierta a pesar del frío y la lluvia. El mar.
Cada noche el ritual de búsqueda de soledades en muleta, esas figuras espectrales que se deslizan entre la bruma, embriagadas por los gemidos de un bandoneón que hace eco en sus huesos, impregnando la piel de recuerdos, con la esperanza imposible de haalar olvido.
Su mirada detenida en un tiempo incontable, más allá de la nocturna oscuridad, sus pupilas son cristales a punto de fragmentarse. Naufraga entre voces que murmuran retazos de un ayer que la descentra de su cuerpo. Extraña criatura habitada por un alfabeto incompleto, siempre enredada entre los renglones de sus venas.
El la observa. Quiere hablarle pero algo lo impide. Una sensación. Como si el hecho de emitir palabras fuera a lastimarla. Entonces la deja, sin abandonarla.
Alguna vez ese lugar de obsceno silencio fue su único sitio, su primera persona. Luego aparecieron las máscaras y después el jardín de espejos.Allí ella, ebria reina de desposesiones y desencuentros, caminó desgarrando su sombra por entre los vidrios que la veían alejarse. Luego el amor, o su desencuentro...
Ella no tiene nombre. Templo de los relojes que sólo existen en su mente. Cristalización del vacío inasible que da al tiempo su consistencia. Ella, hieriendo su mirar ante la majestuosidad de ese mar inabarcable.
"Es cierto que existe el mar" pensó y su cuerpo blanco se dobló como si una daga lo hubiese atravesado
_ Por qué lloras? Por qué te empeñas en ña búsqueda infructuosa de la palabra que ponga en marcha los relojes?
Princesa: no repitas los conjuros aprendidos en tiempos ancestrales. Todas tus vidas no alcanzan para acallar las voces que te habitan. Una vez más te despeñas contra las rocas y te transformas en los suspiros de aquellos navegantes rendidos ante el cantar de las sirenas.
Tiempo: espera de la palabra que no llega.
Entonces...¿el tiempo? No es verdad que lo puedas asir. Casi imperceptible. El leve movimiento de tu abdomen, un parpadear, la humedad de ese beso que te ahueca y del que no puedes deshacerte porque te hace sentir viva y sin embargo¡ay! cuánto te demoras buscando no se que cosa.
Tiempo: el brevísimo instante de lo eterno.
Se acerca. Lo mira. Lo besa.
Misterioso encuentro de los cuerpos. Plenitud. Abolición de los temores que marcan su piel.
Ella, todo interior, no sabe decirle lo que encuentra entre sus brazos.
No sabe decir lo que siente.
"Es cierto que existe el mar" pensó y su cuerpo blanco se dobló en el mismo instante en que el la besaba.
Deletrea la forma de eso que se anuncia. No temas. Rehace una y mil veces el alfabeto que exiliaste al cuerpo de tu memoria.
Sobre el espejo del baño alguien escribe
"El torbellino: un instante del tiempo.
Luego: tiempo"
Ella mira por la ventana.
Ella lo mira.
El mar.
Siempre el mar.
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Texto agregado el 22-08-2006, y leído por 105
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Lectores Opinan |
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22-08-2006 |
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me gusta mucho***** brunetespinete |
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