Guerra-Paz-Guerra
Mi padre murió en la guerra. Su misión no era matar, era médico. Yo, su hija, lo lloro a escondidas de mamá porque ella sufre tanto por ese amor que se tragó el mar.
Ese niño que yace muerto y mutilado, víctima de la guerra, tendrá hermanos y padres desconsolados.
Un casco asoma en la trinchera, la mira del fusil busca a cualquiera.
Un avión, alto en el cielo, llega en la noche y suelta a la muerte.
El soldado mejor pertrechado, con armas sofisticadas, se muere igual que el que está al otro lado.
Tanto uno como otro regresará empacado en una bolsa negra y una etiqueta en el dedo gordo del pie.
Habrá novia llorando, madre y padre sin consuelo, hijos sin progenitor, esposa viuda y por doquier dolor.
¿Los soldados declaran la guerra? ¿El piloto de combate? ¿Los marineros?
No, la guerra la declaró un señor con aire acondicionado y la dirigen los estrategas, generales, almirantes y no sé qué.
Juegan como cuando eran niños. Tienen los portaviones chiquititos, los tanques, los avioncitos, los submarinos nucleares suyos y del enemigo; todo sobre una maqueta.
Saltan de alegría, se felicitan... devastaron una zona, hundieron un barco.
¡¡¡PERO HAY NIÑOS MUERTOS!!!
Todos bajan la cabeza y dicen: Son daños colaterales.
Veinte años más tarde hay otro presidente y otra guerra, otros generales, almirantes y mariscales del aire y claro, otros soldados.
El viejo general está almorzando en el Club de Golf cuando un mensajero le trae un sobre de la presidencia, lo abre y lee:
- ¡Qué lastima general - Dice el mensaje del presidente - hoy mataron a su nieto!
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