VI
Pudo haberlo soñado, pudo ser una imagen agónica, acaso un milagro, nunca pudo explicárselo. El asunto es que de pronto, la penumbra comenzó a dar paso a una iluminación rosácea y a través de sus ojos semicerrados, distinguió a un mocetón atlético, moreno, de gesto resuelto, que abalanzándose sobre el miserable, comenzó a golpearlo con una pericia y fuerzas sobrehumanas. Tomás intentó escapar por una de las ventanas pero el muchacho le dio caza y le dio una paliza que lo dejó nockout.
Poco después llegó la policía para llevarse al desalmado, puesto que el joven ya la había alertado. Desde lejos, Erica pudo contemplar a ese hombre tan parecido al de la fotografía, que le decía adiós con sus manos esculpidas al parecer en bronce.
-Gracias a Dios que llegaron a tiempo. Si no hubiese sido por el joven que los llamó, quizás que hubiese sucedido.
-Si. Me parece que llegamos en el momento preciso, pero tengo que decirle que no fuimos avisados por ninguna persona. Sólo pasábamos por el lugar y nos llamó la atención que todo estuviese a oscuras. Este bribón siempre mantiene una luz encendida en el cobertizo y esta vez, al no hacerlo, preparó su propia trampa.
-¿Pero no fue el joven moreno quien los llamó?
-No sé de que me habla, señorita. Cuando ingresamos, sólo estaban usted y ese tipo a punto de estrangularla.
-¡Pero si fue él quien tomó el teléfono y marcó el número de ustedes! Cuando se despidió de mí, ustedes estaban aquí, esposando a ese hombre. ¡No pudo haber sido mi imaginación!
-Me temo que eso haya sido, señorita.
Erica desde entonces teme abrir su Messenger. A decir verdad, ya no desea volver a ocupar su computador, el mismo que le permitió introducirse en un mundo misterioso, un mundo de almas que parecieran haber encontrado el medio propicio para adquirir fisonomías múltiples y personalidades diversas y que están a la caza de almas incautas…
( F I N)
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