Después de la oscuridad viene la luz, después del amor viene el odio, siempre hay dualidad para alguien que desea vivir con intensidad, como esos jabalíes que no cesan de luchar cuando se ven reventados en la trampa de los hombres, y luchan por algo mas que sus vidas, puede ser que luchen de rabia, de dolor, sabiendo que allí acabarán sus días y sus noches...

Tampoco frente a un mar encuentro sosiego, mas bien siento que soy parte de ella, tumultuoso, enigmático, hablando un idioma lleno de furia, de osadía, que tan solo puede entenderse cuando se está bajo sus dominios... Frente al mar puedo sentirme importante, nos miramos frente a frente y con piedras le escribo lo que siento, mas el mar continúa su constante letanía...

Ya frente a los pasos que me tocan, me detengo. Siento que debo de quitarme los zapatos y tomarme unos tragos, sin zapatos, y ya borracho podré reventarme en libertades, en locuras seniles, inconciencia de perro, demencia juvenil... Sí, ese es mi camino que postergo hasta mi muerte. Seguro que cuando venga esa vieja y me clave sus uñas de acero, dejaré una sonrisa en vez de una de dolor, pintada en mis labios, y me iré con ella pero no totalmente. Habrá un indicio, un sueño que aun quedará, y ese sueño es este: del que con la muerte tan solo puedo despertar... Seré uno con la arena, con el mar, con los ojos de los locos, con la montaña, con todo aquello que está bajo los pies de la verdad...

Habrá silencio en aquel espacio, uno de esos que revientan pompas de humo, y destripándose estómagos de ballenas blancas, de tigres sin rayas, de hombres que nunca fueron hombres, de todo aquello que nunca fue ni terminó nada. Y allí, sin ojos, cuerpo, mente, recuerdos, dejaré que lo queda fluya como en cada sueño en que vuelo sin alas ni aviones... Me elevó y nunca sabré si hay de más en todo esto ni si hay de menos... Quizá el silencio, la oscuridad, el trueno húmedo, o, la sonrisa, llanto de un recién nacido, sean mi regalo, el cementerio digno de un hombre que nunca pudo serlo a cabalidad…