Le juro que no tuve nada que ver con el asesinato de Francisco.
Sí, es cierto que le amaba y que me dolía que se fuera a casar con mi hermana, pero le repito que no lo maté. Lo amaba demasiado. Hubiera preferido verle junto a mi hermana antes que dejar de verle.
No, no tengo cuartada para esa noche. No estuve con nadie. Por una sencilla razón. No tenía ganas de ver a nadie ni de hacer nada, tan sólo encerrarme en mi apartamento a llorar.
Le puedo contar lo que ocurrió aquel día para que me entienda, pero no le puedo justificar dónde estaba a las 23 horas de anoche, estaba sola con mi dolor.
Aún así se lo voy a contar:
Al punto de la mañana, a eso de las 8y30 me llamo mi madre por teléfono para decirme que Francisco iba a acudir a casa para pedir la mano de mi hermana Alicia. Eso lo puede atestiguar mi madre, ahí la tiene asintiendo con la cabeza.
Prosigo, la noticia me dejó triste, como le digo yo estaba enamorada de Francisco desde que íbamos juntos al colegio, pero él prefirió a mi hermana pequeña, algo que no entiendo porque es bastante alocada, pero claro, la prefirió y yo no podía cambiarlo. Sólo aceptarlo. Aunque me costaba.
A lo que iba, que cuando colgué el teléfono me fui directa al baño a darme una ducha, la necesitaba para relajarme. No me creerás pero allí pasé casi una hora, zambullida debajo del grifo. Sin poder quitarme de la cabeza a Francisco con mi hermana.
Como la ducha no había conseguido que me olvidara del tema, decidí ponerme el chándal y salir a correr un rato, a ver si así se me despejaba la cabeza y dejaba de darle vueltas al tema.
Serían las 12 cuando salí del edificio. Me dirigí a la playa, me gusta correr por la orilla. Mientras corría podía oír el sonido de las olas, el canto de los pájaros…
No me mire así, para correr por la playa no importa que sea Marzo. Ya le dije que iba en chándal, además le puedo asegurar que sudé, porque cuando volví a casa me tuve que duchar de nuevo, no podía ir a la pedida de mi hermana sudada.
Bueno, que me volví a duchar y no quise comer nada, me había quitado el apetito la noticia.
Me tiré, literalmente, en el sofá de mi casa a leer un rato, estuve leyendo orgullo y prejuicio, pero tuve que dejarlo Elisabeth también se casaba, era un complot.
Así era imposible desconecta.
A eso de las 6 de la tarde, me preparé para acudir a casa de mis padres.
Lo que pude ver por el camino, no lo contaré. Porque a mí no me incumbe.
Al llegar a casa de mis padres, Francisco me abrió la puerta, fue lo mejor de todo el día, me alegré tanto de verle, me saludó cariñosamente con dos besos, querida Susan, me dijo, que bien sonaba mi nombre en sus labios, y pensar que sería la última vez que lo oiría de él. Me acompañó hasta la sala, allí estaba mi madre, se había vestido para la ocasión, era la primera vez en cinco años que se quitaba el luto por mi padre. Mi hermana aún no había llegado, lo sabía, pero callé.
Mi madre se fue a terminar de preparar la merienda y me dejó con él, a solas.
Nuestra última vez solos, no diré que no hablamos nada porque he prometido decir la verdad y eso voy a hacer.
Francisco fue sincero conmigo, me dijo que sabía que yo le amaba pero él amaba a mi hermana. Me propuso que si esto me incomodaba se marcharían lejos para no hacerme daño. Yo le contesté que no era necesario que se marcharan, que aceptaba que la quisiera a ella y que podía verles juntos, lo prefería a no verle nunca más.
Enseguida sonó el timbre y Francisco salió corriendo a abrir a mi hermana, dejándome atrás de nuevo, no era yo quien más le importaba. Me alegraba por mi hermana, era el mejor chico del mundo. Me moría por mí, porque jamás ya sería mío.
Comí rápido para marcharme lo antes posible. A eso de las 21 horas me fui a mi casa. Francisco se ofreció a acompañarme. Por el camino reinaba el silencio incómodo. Yo no dejaba de sentir que le amaba, de pensar que le había perdido… el trayecto se me hizo eterno, cuando paró el coche, se giró a despedirme y pudo ver mis lágrimas cayendo por mi rostro. Se echó para atrás asustado y yo salí corriendo del coche. Le juro que ya no le volví a ver.
Ignoro lo que hizo después. Que no volvió a casa, no lo sé. Eso decís, que se marchó a llevarme y ya no volvió. Que con la última persona que estuvo fue conmigo. De alguna manera me alegra saber que el último instante de su vida lo pasara conmigo, pero alguien más le vio después, yo no lo maté.
Cuando salí del coche, me apresuré a subir a mi casa y me encerré en mi habitación, cierto que me emborraché, y qué, en mi casa estaba a nadie molestaba. Me moría de dolor. Me dormí. Y hoy los golpes en la puerta de mi casa me han despertado, aún me dura la resaca, pero no olvidé nada. No le maté yo.
Se hizo un silencio en la sala…
Me mandaron salir fuera. Mi hermana se acercó a mí y me dijo:
Sé que tú no le mataste. Cuando Francisco te acompañó a casa me llamó por teléfono. Me contó lo ocurrido y quedamos en encontrarnos en la playa. Cuando llegué me dijo que tenía dudas, que tus lágrimas le habían hecho dudar. Estaba sintiendo algo a lo que no le había dado importancia hasta ahora, enloquecí. Estoy embarazada y no podía dejarme plantada. Por eso lo maté. Francisco tenía que ser para mí. Mamá no sabe nada le daría un disgusto.
La miré. Ella le había matado, le había apartado de mi vida para siempre, sólo porque tenía dudas de poder quererme un poco.
Dime una cosa, ayer te pude ver con un hombre bastante mayor que tú, me pareció el marido de la vecina de mama…
Mi hermana asintió con la cabeza.
Y el niño es…
Volvió a asentir.
Bajé la mirada, apreté los puños. Cerré los ojos, cogí aire e irrumpí de golpe en la sala.
¡SOY CULPABLE! Grité. Lo maté porque le amaba.
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