Salí de aquel pub corriendo entre la gente, sentí como todo me daba vuelta, solo tenía la idea de acostarme y esperar que el mundo entero dejara de dar vueltas en mi cabeza.
Cuando atravesé la calle, me di cuenta que había dejado la cartera dentro del local. Volví a atravesar la calle y me acerqué a pedirle al guardia que me permitiera entrar a buscar mi bolso y saldría de inmediato, el tipo me pareció medir por lo menos unos dos metros, creí que no era el mismo que estaba cuando llegué, me pareció más grande de lo que recordaba. El guardia me miró y de inmediato notó el estado en que estaba, me dijo que lo esperara en una sala que estaba bastante escondida entre el bar y la entrada, me pareció extraño pero estaba tan mareada que no era capaz de darme cuenta de que era esa pieza, la luz era bastante tenue y de un color azuloso, me miraba las manos me parecían cada vez más pequeñas y difusas, con la luz de ese cuarto parecían tener una delgada línea que dibujaba el contorno de mis manos.
Sentí como el ruido y la música me invadían los oídos, la cabeza y sentía como se me agitaba el corazón con cada compás. Las voces de la gente parecían venir de tan lejos que les podía escuchar el sonido de la voz, pero no era capaz de entender lo que hablaban.
Mis ojos se cerraban solos, pero no me agradaba la sensación, volvía a sentir las vueltas en mi cabeza, tenía ahora unas nauseas que daría cualquier cosa por dejar de sentirlas; abrí los ojos, miré a la derecha y noté un espejo de bordes color rojo, miré como mi rostro se distorsionaba en el reflejo, se alargaba y se encogía, mi boca desaparecía y reaparecía, tanto mi nariz como mis ojos se alejaban y se acercaban. Me pareció gracioso este espejo, sin darme cuenta que era el efecto de todo lo que había ingerido esa noche. Cada vez más los ojos me pesaban, sentía como se me secaba la boca y nariz dificultando mi respiración.
No tenía idea de cuanto tiempo llevaba ahí pero sentí unas ganas inmensas de beber algo, comencé a caminar y me di cuenta que no era capaz de mantenerme por mí misma en pie, me apoyaba en las paredes tratando de mantener la calma a pesar de la angustia que tenía, me sentía completamente indefensa y la habitación me parecía no terminar nunca. Al salir de la sala entre el bullicio, el humo, la música y la gente sentí que me faltaba el aire, sentí como un sudor frío comenzó a recorrerme. Empecé a sentir miedo de lo que sentía, el corazón se me aceleraba y la respiración se me agitaba cada vez más, la cabeza se me abombaba y no dejaba de sentirla dar vueltas.
De un momento a otro, no me di cuenta como, pero estaba en el suelo y la gente corría de un lado al otro sin dejar de mirarme; no escuchaba lo que decían, ni la música, nada parecía tener sonido y la gente me parecía moverse tan lentamente que no lograba comprender lo que sucedía. Luego todo se volvió negro.
Al despertar una luz me cegaba la mirada, traté de hablar pero me di cuenta que tenía algo en la boca que me impedía hacerlo. Una enfermera me tomó la mano para que me tranquilizara, me ajustó el suero y acomodo la cama; me dijo que traería al doctor para que me explicara la situación.
Comencé a reconocer el lugar, miré al lado de la cama y vi mi cartera.
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