Hay que leer a Cortázar en los buses, si señor. Es cierto que en las noticias han probado el alto riesgo de desprendimiento de la retina al frecuentar la lectura en los buses, así como la pérdida de neuronas al beber cerveza o tomar ají, y es respetable enfrentarse a estos temores y asumirlos como una respuesta a nuestra salud cuando propongo la idea de leer a Cortázar en los buses. Si le es posible leer a lo menos cuando el bus está detenido recogiendo pasajeros echar una miradita al libro de cuentos o a las copias y repasar una que otra línea, o cuando nos encontremos en un embotellamiento vehicular. Pero, ¿por qué estoy haciendo esta invitación? Tal vez acordarían con migo al mencionarles dos cuentos que el mismísimo Julio Cortázar escribió hace ya algún tiempo, estos son Ómnibus y La autopista del sur.
Ahora bien, hagamos uso de nuestra imaginación y ubiquémonos en un medio de transporte público, sea cual sea su tamaño, color, olor, placa, asientos y todo el adorno que tiene cada vehículo. ¿No sentimos a veces que todos los que están sentados al lado de nuestro asiento o delante se asemejan a los personajes del ómnibus que llevaban un ramo de flores y parecían extrañamente alienados, idiotizados? Es terrible encontrarnos en una situación parecida, pero recordemos que es solo producto de nuestra imaginación la situación que estamos viviendo; hay que preocuparse, pero no atemorizarse. Una vez estamos en el vehículo, nos preguntamos: ¿Qué diantres podrán estar mirando los pasajeros del mismo bus al que nos subimos al otro lado del vidrio? ¿Será acaso algo novedoso en la ruta que toman diariamente lo que los atrae hacia ese exterior intocable? ¿Les encanta ver llover desde un asiento y oír cómo las gotas se revientan en el parabrisas a altas velocidades, escurren suavemente hacia arriba desapareciendo por encima del tablero o salen expelidas por las llantas de los demás autos que van por la autoruta? ¿Se preguntarán lo mismo que el ingeniero de La autopista del sur: porqué van todos con tanto afán, mirando siempre adelante, siempre adelante, sin interesarse en el vecino, el del otro carro, sin tener que llevar alimentos a la pareja de ancianos del Peugeot, preocuparse por la mujer del Dauphine, o ningún carro en particular pues los autos desconocidos son todos los que van hacia el mismo lado, que miran adelante, que miran adelante? Terrible, espantoso, desolador como las noches de invierno en el carro de La autopista.
Al parecer el que tiene carro y debe dedicarse a manejar no podrá hacer la lectura dedicada de Cortázar. Es necesario ser pasajero sin obligación alguna para medio leer un párrafo de vez en cuando. Pues ¡ánimo! Nuestras carreteras llevan en ocasiones horas enteras para dejarnos en nuestro destino y las condiciones están dadas. Pero esta lectura implica abandonar la lectura hembra de la que hablaba Morelli, y no se puede llegar a ser el mismo luego de haber tratado de abandonar la compra de flores, rechazar el patrón genérico que te hace igual a todos. Es aquí donde entra la importancia de leer a Cortázar en los buses: no es el simple hecho de leer lo que lo hace relevante, sino la actitud que podemos despertar en nuestros compañeros de desgracia urbana, quitarles las flores alienantes y subirlos a otro tipo de bus, la clase de bus que se metamorfosea de cajón en nojca, ese eterno embotellamiento de la autopista que detiene el avance, la muerte que une a los pasajeros a ocultar desfallecidos, suicidas mentales que saltan del auto para estrellarse de frente y escucharlos reventar en el parabrisa, para entrecerrar los ojitos y agarrarse con las uñas, para evitar soltarse de la parte frontal de esa nariz impetuosa, dedicada a resoplar aliento de cojines perfumados, pólipos grasos , recipientes fotofobicos, luces en la lejanía, a la entrada de la ciudad que hacen alegres a los luminodependientes, a los fotodiabéticos, esclavos de la luz bastarda. Para eso es importante leer a Cortázar, porque tendremos la seguridad de extraer del centro acordeonado de los gusanitos rojos algún viajante, algún compañero, algún florista aficionado, algún grillo jorobado de cortar el exiliado pasto incansable de crecer y reverdecer y extenderse en su nuevo reino fucsia. Porque si no leemos a Cortázar en los buses nunca entenderemos para qué leerlo. Son todas esas preguntas las que nos hace entender para qué las formulamos; no tratar de responderlas, entender el uso de tener esas preguntas retóricas que se alegran al torearnos y hacernos creer que le podremos jalar de su rabo y hacerlas caer entre gritos y aplausos. Hay que leer a Cortázar en los buses para que cada cuento tenga algo de temporada, algo de viaje, algo de máquina de matar hormigas, algo de axolotl, algo de volante recalentado, huevo cuajado en el radiador, de vecino varado, enardecido, perdido, alegre, inquieto, sorprendido rebotón.
Como pudimos ver son buenas las razones para leer a Cortázar. Una entre tantas es para releer este escrito y asentar con la cabeza mientras lo leemos y decirnos “si, para eso sirve, es muy cierto”. Brujas que las hay, hay las que Brujas. Los dos primeros que hay que leer en el bus, así no se dirija a ningún lado, así se suba en el transmilenio y espere a que haga su total recorrido desde el portal del norte hasta las aguas las veces que desee, es, para no perderse en la casa en la que nos cambiamos, podrían ser estos que le estoy diciendo, Ómnibus y La autopista. Su bus no será el mismo, las gotas rebotarán de diferente forma, los conductores a los que maldecimos por cerrarnos el paso se lo merecerán unos más y otros menos pero no lo mismo que antes. Porque la ciudad va para adelante, pero no sabe que una U de retorno siempre está despuecito de ese adelante luminoso. Que al bajarse y subirse a los autos llevarán esas flores sin explicación, seguirán su camino con el mismo ramo. Hay que leer a Cortázar. En los buses. No lo recomiendo en ningún otro lado. Tal vez lo recomiendo porque lo he leído en los buses. He visto lo bello que es.
Recomendaciones: si le da sueño mientras lo está leyendo, coloque el separador de libros inmediatamente, ciérrelo, mantenga un poco de saliva en su boca mientras saca su lengua y remoja los labios, para sentir el calor salíbico que sale a mojar los labios antes de irse en reversa por el precipicio reptante, y duérmase que dormir es rico. Otra recomendación: leer no libera, la lectura sola no hace mayor cosa. Hay que leer reel lere rele elre rlee erle eerl eelr rlee y dormirse. Eso sí libera, le quita cansancio. Y flores, de vez en cuando es bueno tener un ramo de flores. Las flores. La ruta. Las flores, dan sueño. Hasta sueño, flores.
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