Tengo seca la garganta, se me hace agua la boca al ver esa lluvia que cae por la tele, debo de estar loco, ebrio, o quizá efusivamente cuerdo, no sé, pero tengo sed de vivir ese espacio, lugar que veo en la tele... ¿Por qué habrán creado tanta maravilla para uno como yo, petizo, mediocre, inconforme de cuando vive?, pero a quién le importa todo esto, a quién le importa ser feliz, ¿a ti?, ¿a mí?... Si pudiera salir de esta vida un momento, y ya en el otro lado ver desde tan lejos, en perspectiva lo real de esta existencia que busca con tanto afán, la felicidad, pero no es posible y si es así, debe de haber razones impostergables, selladas, escritas sobre piedra, mandamientos de algún barbón idolatrado y escrito en algunos de esos libros podridos, leprosos, quizá, no sé, pero lejos del alcance de seres sedientos, simples como tu, o como yo... Esto de la felicidad se me hace un cuento, una mentira piadosa, una droga mental, esos tatuajes mentales que les ponen a los niños que crecen cerca a nosotros. Siento que la felicidad es una mentira así como todas las palabras, excusas de chicos buenos, de esos que tienen pasaporte hacia el paraíso, con sello en alguna embajada religiosa, algo así, pero no para el vulgo, para mí... Me gustaría haber nacido revolucionario, ser un asesino de mentes, cruzar los páramos mundanos, pero, nací como Moisés, en un Moisés, en las aguas de este mundo que me ahoga, y fui recogido por una mujer que no podía parir mas que con ayuda del cielo, y aunque no esté seguro de esta historia, aunque me la cuenta mi madre y me dice Moisés, pórtate bien, Moisés termina tu sopa, no vengas borracho, etc, siento que soy potencialmente un revolucionario, aunque tan solo lo sueñe despierto, o los asuma porque si, no tengo certeza... Seguro que si tuviera aun piernas firmes, poderosas, barba blanca, amantes mujeres, una vara poderosa y mágica, saldría al mundo con mi cara, y me enfrentaría a los presidentes y les diría que Dios me ha hablado y me ha dicho que nos suelten de su esclavitud, de su encierro con sus derechos humanos, su televisión, sus ocho o mas horas de trabajo remunerado según un inteligentometro, de la idea de matrimonio para toda la vida, del civismo de mirarse y respetarse, ¡pero qué! Y tanta cosa más, pero, no sé por qué aun no me decido en salir, soy un cobarde, un inseguro como todos los Moiseses que han caminado por los desiertos del mundo... Pienso que si lo hago, al momento estaría en el loquero, por eso es que estoy escribiéndome, para ver si la luz del entusiasmo alumbre la mediocridad que me asusta, y me impulse, me llene de ese púber entusiasmo y busque a mi Israel, mi tierra prometida. Y ya en el desierto, con los que son mi gente, familia sin apellido ni raza pedigrí, vea el cielo abierto desde la mañana hasta la noche, sintiéndome libre, feliz, contento al menos, al saber que doy pasos verdaderos, que me guían a mi destino, a mi tierra, lugar, espacio, y allí, sentando o echado en sus arenas doradas, ver a mi señor, ojo a ojo, cara a cara, aunque me vuelva polvo, polvo entre polvos, uno entre las arenas del desierto de su creación... |