Siempre estaba la sensación agradable de sentirse escritora. Y existía en su mente el perfil predeterminado de llevar una vida como el escritor promedio, en donde de cierta manera se lleva la actitud bohemia, el día a día caótico (según el supuesto aquel de que en el caos surge la creación), la vida encrucijada, la continua necesidad de expresar las cosas al ser vistas desde los detalles hasta su más simple visión. El todo y la nada.

Refundida entre esas ideas, sus manos empezaron a creer en algo más que la inspiración. Igual no hay rumbo, solo un camino que no se ve muy claro, algunos libros que se mantienen en la memoria, cierto esfero corriente que no se emplea mucho por ser más rápido el teclado, los ojos que retoman como investigador de campo lo que muy posiblemente será un escrito. Hay una desesperación continua, un temor intermitente, pocas palabras que reflejan escasez de léxico, confusión en las expresiones. Está la mente estancada y con ganas de reiniciar. Está el computador de siempre. Están las voces que no dejan de fragmentar los guiones. Y está ella.

Quizás me faltó decir que también está su café. En este inicio no se puede predecir lo que pasará con ella y con sus textos, pero ahí estará ella, y espero que usted esté para leerla.

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