La condesa de Mahón. (Primera parte)
La brisa fría del mediterráneo rozaba sus largos cabellos color miel, es una primavera bastante helada, pensó para sus adentros, mientras contemplaba la bahía que se perdía por el MARE NOSTRUM como le había enseñado su institutriz.
Era el mes de Mayo, de el año 1775.El mundo como lo conocieron sus padres estaba cambiando de manera vertiginosa, en un viaje sin retorno. Más que primavera, parecía que el invierno no se había ido de la isla, sino que se quedo en los corazones de todas las personas, un extraño sentimiento susurraba un final para la hegemonía inglesa en el bastión del Mediterráneo
Ella tenia 19 años, pero no sabia nada de esta vida, su madre murió en el parto y su padre, que se le otorgo el titulo de conde, la sobreprotegió en causa a que era lo único que le recordaba a su lejano amor.
Su niñez fue tranquila en extremo, aburrida seria la mejor definición para ella, desde niña fue educada para ser esposa de un noble, por eso debió aprender las “cosas de la nobleza” como le llamaba Miss Galbrait, su institutriz. La condesa, así era como todos la llamaban, tenia un encanto especial, su mirada reflejaba la esperanza de un día de calma.
Físicamente era delgada, teniendo en cuenta la época, de una piel tan pálida como su amor por las tradiciones, una sonrisa la cual podría haber alegrado el día a Prometeo, y unas manos que mostraban que las única tierra que había tocado era la de su jardín.
Mientras observaba acercarse un barco, en las aguas claras del mar dijo:”casi con seguridad debe ser el “Hastings” una fragata de 32 cañones que vino en buscar de la correspondencia para enviarla a Inglaterra”, en voz alta sabiendo que nadie la escucharía en ese lugar tan apartado.
De pronto, entre medio de la nada se oyó un crujido entre los árboles que se asomaban a la costa, un ruido que fácilmente podría ser un animal salvaje, o peor, un hombre. La condesa sin la menor duda saco la daga que su padre le obligaba llevar, pero entre las ramas y los troncos se escucho una débil voz que pedía auxilio.
Su primera reacción fue de corre y abandonar la escena, pero cuando ya llevaba más de 30 pies de marcha su mente fue movida por la piedad, o talvez la curiosidad de ese extraño ser en problemas. Así que regreso aún con la daga en la mano, con la desconfianza de siempre, pero con ganas de saber que pasaba.
Cuando llego a los árboles vio a un joven, su edad no superaba los 20 años, vestía uniforme de la armada de su Majestad, y lógicamente se había caído de un árbol de unos 6 pies de alto, su cabeza tenía una herida que mostraba un hilo de sangre y en su pierna derecha estaba lastimada.
La joven condesa que por lo general era persona muy insensible con los humanos, mas no con los animales y las plantas, pero esta ves fue diferente, el no era un sirviente de la casa y menos un esclavo, era como un niño, mejor dicho como un cachorro indefenso que necesita protección. Cuando se encontraba a su lado, se apresuro en arrodillarse, siempre pendiente de su largo y costoso vestido, tratando de sonreír, sacó su blanco y fino pañuelo y lentamente le limpió la sangre de su rostro, es un joven muy guapo, pensó ella mientras revisaba su rostro ensangrentado. Su pierna sólo tenía un rasmillón, a simple vista, pero al verlo más de cerca, se dio cuenta que se había golpeado en la rodilla con una piedra puntiaguda al caer.
Cuando el joven estuvo mejor, la condesa tras no pocos esfuerzos lo ayudo a levantarse, luego se sentaron el un tronco cerca de la playa, allí comenzó una conversación que ninguno comenzó...
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