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Sabía que pasaría. El cambio vendría. Nunca pensé que fuera tan drástico.
Ahora soy así y nada más.
Veo el mundo con otra cara.
Los sentimientos de mi alma todos me abandonaron al ver por primera vez, el rostro de la muerte.
El saber que yo puedo hacer un cambio, me hizo arrogante, jugué con el destino.
Perdí.
Para muchos el haber perdido a alguien de 103 años, no es algo tan terrible.
No cree, no hice, solo ayude a que la agonía de ella se prolongara por mas tiempo.
Debí de haberme dado cuenta las consecuencias de mis actos. Ahora estos, se encuentran en cada paciente que veo, en cada medicamento que doy.
Llegó con el fantasma de la muerte.
De inmediato la chicharra sonó y la luz roja del servicio se prendió.
Mi primera acción, guantes.
La barrera entre el deber y el creer se perdió en ese momento.
1-2….15.
15 minutos duró el procedimiento.
Sin poder abrir los ojos, sin poder siquiera respirar por su cuenta, ella no estaba muerta, pero no podía vivir.
Día con día, la visita era menos alentadora.
Los familiares se habían marchado, estaba sola.
Hojas y hojas de notas, medicamentos, cosas por realizar, todo para que?
Mi orgullo fue mayor, me negaba a creer que solo la estaba torturando, me resigne a pensar que ese era mi deber.
Mi vanidad era el único acto que me impulsaba.
Todas mis fuerzas se enfocaron en ella. Mi tiempo se lo dedique solo a ella.
Noches enteras me dedicaba a leerle, a hablarle, esperando que saliera del estado crítico.
Algo paso, dos semanas después de estar con el respirador, dos semanas de estar luchando contra su camino. Se movió, no solo eso, se quito el respirador.
No pude mas que alegrarme, corrí a su habitación.
Por fin note que vivía.
No me reconocía, no sabía quien era, no podía saber que era yo el que la acompaño en todo ese tiempo.
Fueron los médicos quienes lo lograron. Solo una de muchas historias de supervivencia.
Las felicitaciones no se hicieron esperar para el equipo donde estaba, aun así no me sentía orgulloso.
Todos me notaban “raro”, todo podían ver que mi rostro había cambiado y que mis manos no tenían la misma fuerza. Por que? Preguntaban todos.
Una respuesta sencilla a una interrogante difícil.
Dos días después que la señora despertó, cuando pase a decirle que el grupo de doctores al cual yo pertenecía, la había rescatado de la oscuridad y que les debía de agradecer, ella utilizo todas sus fuerzas para decirme algo que nunca quise escuchar.
“POR QUE ME DEVOLIERON LA VIDA CUANDO YO NO LA PEDÍ”
Fue ahí cuando comprendí que su caía no fue accidental.
El cambio tuvo que llegar y fue pronto, mas temprano de lo que yo esperaba.
Para mi la esperanza ya no existe y la muerte ahora es la salida mas sensata que ese tipo de gente puede tomar.

Texto agregado el 20-08-2006, y leído por 189 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
23-08-2006 No sólo se trata de aprender a curar, a recetar y a diagnosticar. Aunque eso sea de lo que tenemos hambre a estas alturas. Esas son enseñanzas fáciles, si quieres, de libro. Experiencias como esta te dejan mucho más, precisamente porque hieren el orgullo y la arrogancia. Así es también como nos damos cuenta de lo que no somos. Amargo, pero necesario. deaguasprofundas
 
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