Me lavo las canillas
en el río
después de atravesar
potreros;
tantas vacas,
tantos puercos
con bastón y sombrero;
mi casa en la chimba,
mi coche en la feria,
mi desnuda mujer
en la cuneta;
ojalá este puente no caiga
sobre mi cabeza;
cal y canto te llamaban
toros y gallos,
cuatro bandidos
a caballo;
caserita,
cómpreme una pila
de ajo;
mi madre
me enseñaba
las canciones
de la iglesia
al ver avanzar la tarde
tajamar abajo;
niño dios,
pequeño siervo
fui de niño,
siervo
de tu pequeña grandeza
de dios pequeño;
de siervo
a señor
se me acabó el dinero
ganado en toda una vida,
y terminé mirando
las aguas río abajo,
con las canillas moradas,
con la tierra entre los dedos
de los pies,
con las ojotas
manchadas de sangre
por culpa de las uñas
destrozadas;
no importa,
otros ríos
me esperan
rumbo al sur
de este maldito norte,
ríos helados
llenos de alimento,
donde
este desdichado
que fue señor,
lavará
sus tristes
canillas
de siervo.