Carola y Betty estaban enojadas hace más de ocho meses; los que sufrían las consecuencias eran tres hermosos niños: Matías, Belén y Ganesh.
Esto porque siendo hijos de Betty no podían, por imposición de la madre, hablar o mirar siquiera a la tía Carola. Y la tía era para ellos una segunda madre y hasta a veces más mamá que la propia. El amor entre ella y los niños era profundo y verdadero.
Siendo vecinos se hacía muy difícil no dirigir la vista a la mujer, tan querida para ellos, Para Carola eran los hijos que no tenía, eran incontables las veces que se había preocupado de ellos o compartido un día, una noche, una tarde de felicidad.
Incluso el más pequeñito, Ganesh, de tan solo 3 añitos, sabía que debía ignorar a la mujer. Pero en cuanto su mamá salía de la casa, apoyados por su buena abuela, partían felices a abrazar a tía Carola, quien rápidamente les entregaba todo el cariño acumulado por días y uno que otro engañito.
Los pequeños ya se habían acostumbrado a simular cuando pensaban que Betty estaba por llegar, mirando para el cielo o corriendo a toda prisa a la esquina contraria. Betty hacía desprecios al pasar por casa de Carola, y ésta bajaba la cabeza para evitar alguna otra discusión.
Pasó la navidad y Betty decidió arrojar a través de la reja todos los regalos que su ex amiga había hecho a los infantes, en especial a Belén quien era su ahijada, y con la que tenía una gran complicidad.
Luego vino el Año Nuevo y no hubo abrazos entre los vecinos..después el verano sin novedades y gran calor..e inevitablemente apareció marzo y el inicio de clases ..donde Carola veía salir y entrar a los chicos uniformados y arrastrados sus bolsos.
El otoño y su tristeza, acumulando hojas secas por montón.., de la ventana veía a veces asomar las caritas inocentes de los tres hermanitos..Empezaron pronto las lluvias, más y más lluvia y más y más tristeza en el corazón de la mujer..Ya ni siquiera veía a las criaturas, ya que partían muy temprano al colegio y llegaban tarde, cuando su tía ya se había acostado. La depresión y la cesantía la mantenían casi todo el día durmiendo.De vez en cuando recibía una llamada telefónica furtiva:
Tía Carola, ¿cómo está? Era la voz de su querida ahijada, quien le devolvía el alma al cuerpo, apenas hablaban y tenían que cortar.
Llegó agosto, el mes de los gatos de los abuelitos miedosos, y el publicitado Día del Niño se celebró......Aquel 6 de agosto llovió más que nunca; el día estuvo totalmente gris y la tía sin mucho dinero para regalar.
Sin embargo, durante la semana se las arregló para comprar unos juguetitos a crédito. Esperó el siguiente sábado y vio a los pequeños encaramados en el Damasco del jardín. Salió cautelosa y los llamó: !tengan niños!, ellos felices recibieron y agradecieron los obsequios atrasados. ¡Váyase tía, puede aparecer mi mamá! Decía Matías, el mayor. Está bien niños, besos.
Cuando Carola voltio para su casa sintió una voz conocida..Carola espera...Era su amiga de infancia, con la que no se hablaba con la que había discutido acaloradamente por la forma en que trataba a los niños, por la forma en que los gritaba y hasta golpeaba..por muchas cosas acumuladas..
Carola, gracias por los regalos de los niños....No quiero que estemos enojadas, te considero como parte de mi familia. ¿Amigas otra vez? En eso los ojos de ambas se llenaron de lágrimas y con un fuerte abrazo sellaron el perdón. Mientras, Matías, el más sensible, saltaba de alegría y agarrando a cada mujer por las caderas se hacía parte del gesto…..un abrazo grupal. De pronto Cecilia aparecía corriendo desde en frente a toda velocidad para impactar a su madrina con un brutal abrazo que la hizo tambalear y luego a su mamá y nuevamente a su madrina y luego a su mamá y así hasta cansarce.
El pequeñito encaramado en la reja de la casa, saltaba hacia las mujeres, como haciendo una "camotera". Luego todo fue risas, aunque Matías apretaba su lindo e inocente rostro para no botar las lágrimas, que tenía acumuladas por la emoción.
Entonces fue que los juguetes quedaron de lado; el verdadero regalo los había superado......
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