DEdicado a Garvas
Amigos, déjenme que les cuente de mi primera vez, si, de la primera vez que me cogí a una mujer, para ser más claro.
Sucedió hace ya muchos años, cuando yo tenía apenas catorce años y pelos recién salidos. La experiencia no la viví solo. Ocho amigos la vivieron conmigo. Nueve cabrones vivimos la primera vez juntos, sin haberlo planeado. Fue en una noche de año nuevo. En mi ciudad se vive la costumbre del año nuevo de la siguiente manera: hasta la medianoche celebramos con la familia, nos damos el abrazo hipócrita y los más jóvenes salimos al desmadre, a buscar viejas, alcohol y drogas. Después de la fiesta con mi familia salí a reunirme con mis amigos, todos unos vagos insoportables y buenos para nada, pero los únicos que querían juntarse conmigo. No teníamos auto por ser menores de edad. Pelos, uno de mis amigos, nos dijo que Caguamas había llamado por teléfono para avisarle que en su casa la fiesta estaba de orgía y las nenas se mostraban en bikinis cortos porque la alberca estaba a la orden. Eso nos entusiasmó. El único problema es que la casa de Caguamas estaba al otro lado de la ciudad, en las afueras. Chingaos, y ni taxis había libres. Decidimos irnos a pie, por el camino federal para acortar distancia. La calentura es el mejor aliciente para las grandes acciones, me cae.
Después de una hora de camino ya estábamos hasta la madre de marcar huellas en el asfalto. Todos celebraban en la ciudad, con excepción de nueve pendejos que iban en busca del placer prometido. Pedíamos un aventón a los autos que pasaban esporádicos en la carretera, pero apenas nos divisaban pisaban profundo el acelerador. No se los tomé a mal; deberían haber visto la cara de locos y desesperados que teníamos todos.
En una de esas pasó una camioneta Pick up de la Coca Cola, con la parte trasera desmantelada. Los cristales eran oscuros. Hicimos la señal para que nos diera el aventón, pero pasó de largo. Le mentamos la madre al puto y la camioneta frenó de golpe. Los putos fuimos nosotros porque ya queríamos salir corriendo a perdernos en el monte a la de sálvese el que pueda. Como nadie se atrevió a huir primero nos quedamos todos parados como pendejos. La camioneta regresó en reversa, se detuvo al lado nuestro, bajó el cristal oscuro del copiloto y se asomó un tipo viejón como de cincuenta años.
¿A dónde van?, nos preguntó amable.
- Vamos para el fraccionamiento Reforma- respondí tímido.
- Si quieren los llevo- respondió el viejo-, pero antes les quiero proponer algo ¿Quién es el que manda?
En realidad nadie mandaba, pero Pelos y yo nos acercamos.
- Escuchen muchachos, ¿ven a este tronco de mujer que viene sentada a mi lado?
La vimos, si, la mujer era rica.
- Ella y yo vamos a coger a un motel – nos dijo el viejo con ojos morbosos- y al verlos ella me dijo que quería cogérselos a ustedes primero y después a mi…
No sabíamos qué decir.
¿Y después nos lleva al Reforma?, preguntó Pelos.
¡Pero claro, muchachos! ¿Qué ondas, le entran?...
No lo pensamos dos veces. Mis sueños húmedos estaban poblados de esas fantasías. El pelo y yo subimos a la cabina, nos sentamos al lado de la mujer buenota y el resto se escondió atrás bajo unas lonas para que en el motel no descubrieran a la bola de cabrones.
Llegamos al motel. La camioneta se estacionó en el garage. Bajamos, curiosos; entramos en el cuarto y una vez dentro el pinche viejo cerró la puerta con llave.
- Pa´que nadie interrumpa – nos dijo.
En el centro del cuarto estaba la cama, como un altar de sacrificios. Al lado una "comoda" con una botella de agua y papel higiénico. Una televisión ofrecía pornos si le metían una moneda.
¡Váyanse encuerando! Ahorita regresamos – nos dijo el viejo mientras se metía con la mujer en el baño-.
Cerraron el baño con el seguro ¡Clic!
Nos quedamos allí, mirándonos como pendejos. Nadie quería ser el primero en mostrar el culo, mucho menos la miseria de verga.
- Sospecho que esto es una trampa- dijo en voz baja Foca- y creo que entraron al baño para sacar la pistola y el cuchillo para asaltarnos o violarnos… como nadie nos vio entrar, nadie espera que salgamos de nuevo… por eso cerró la puerta con llave el pinche viejo, para que no nos escapáramos…
Chingaos, lo que nos dijo el Foca sonaba razonable. Se me puso la piel de gallina del puro miedo. Ni madres cabrones, les dije en susurros, a mi no me viola nadie… así que agarré uno de los floreros y me preparé para la masacre. Los otros hicieron los mismo. Nos armamos con lo que parecía hacer daño en ese cuarto. Pelos se escondió detrás de la puerta, listo para aplicar una patada voladora.
La puerta del baño se abrió. Yo no sabía en dónde dar primero; le dejaría la decisión al calor de las circunstancias.
El viejo y la muchachota salieron en pelotas, tranquilos de la vida, recién duchados. Cuando el viejo nos miró en posición de ataque nos gritó diciéndonos: ¡Orale cabrones, ya pónganse en pelotas, no se hagan pendejos!
Nos desnudamos… chingaos, descubrí que el más lampiño era yo. Puras verguitas de adolescente, temerosas y arrugadas.
¿Quién comienza?, nos preguntó la mujer.
Su voz era dulce, pero en ese momento sonaba amenazadora…
Nadie quería ser el primero. Para hacer el ridículo nunca nadie desea ser primero, sólo los valientes. Chingaos, Jabalí era el más pendejo de todos, pero fue el que se aventó al ruedo.
No sabía cómo meterla, así que la mujer lo ayudó con sus delicadas manos. La cosa duró menos de un minuto. Un par de zangoloteos y quedó servido el señor.
Luego le tocó a Sombra. El mismo show ridículo y sin chiste. Uno a uno fuimos pasando a descubrir los secretos del amor carnal. El resto observaba con el respeto de los cobardes.
Me tocó el turno a mi. Sólo removí el caldo de los otros y llegué en un hilito…
Al final, cuando el último valiente murió, el viejo la mandó a bañar.
¡Váyase a lavar el culo!
Ella regresó con el culito lavado y se acostó para darle lo suyo al viejo. El señor le colocó una almohada en la espalda; sin avisar se la metió toda. Allí comenzó lo bueno. Gemidos, sudor, gritos, movimientos pornográficos, en fin, el pinche tipo sabía cómo castigar. A nosotros se nos paró la verga de nuevo...
Cuando el viejo terminó nos ofreció una segunda vuelta, para que amarraran bien las ganas.
En la segunda vuelta le perdimos el respeto al sexo. Cada uno de nosotros intentó moverse como una verdadera Fuckmaschine. Al que le tocaba el turno le hacíamos cosquillas en la planta del pie, o le metíamos el dedo en el culo, con gracia y sin malas ideas, en fin, una comunidad de amigos disfrutando su primera vez.
El pinche viejo, después de la orgía y de salir del motel, nos dejó en el camino federal. Nos mandó a la mierda cuando le preguntamos por la ida al fraccionamiento Reforma. Ni madres, váyanse a la chingada, dijo.
Ni modos, nos tocó regresar a casa caminando. Ya eran la cinco de la mañana y muchas ganas de nenas no teníamos. No teníamos ganas de nada, ni de vernos a la cara, o de platicar.
El camino a casa fue hecho en silencio.
|