El aljibe y un deseo
En España, en la ciudad de Vigo de la provincia de Pontevedra; más específicamente a orillas del océano Atlántico, Margo y su padre Vicente viven hace veinte años. Arribaron a aquella ciudad cuando ella llevaba recién algunos días de vida. Su madre acababa de fallecer y Vicente pobre de semblante física pero audaz en su interior se hizo cargo de la pequeña y comenzaron una vida juntos en aquella humilde pero prometedora ciudad; pues poseía un importante puerto comercial y pesquero. Con el tiempo aquel puerto facilitaría la industrialización y pronto aquel lugar recóndito sería protagonista de una ola inimaginable de crecimiento demográfico. Pensar que Vicente creía que se volvería loco al dejar su antiguo trabajo del cuidado de reses vacunas y la cosecha de algodón en un algodonal que estaba a 10 kilómetros del campo de ganado.
Vicente se levantaba muy temprano por las mañanas y cargaba su alforja con los víveres necesarios para el camino, se calzaba además el gabán azul que su esposa le había hecho para soportar aquellos trajines. Ella se levantaba como él al alba, se ponía una bata vieja algo gastada, pero que sostenía con algún que otro alfiler.
Su esposa había muerto por una picadura de alacrán. Vicente no pudo hacer nada por ella, ellos vivían en un arrabal bien apartado del recinto de la ciudad donde quizás podría haber sido atendida. Vicente juntó algunas maderas e hizo con ellas un ataúd, e intentó dejar escrito en un trozo de lata a modo de lápida el nombre de su esposa. Pero el material era difícil de manipular, más bien quedó ininteligible tanto como una algarabía.
Aquella misma tarde luego de despedir a su mujer decidió partir viaje pero sin rumbo determinado. Cargó todas las pertenencias que le podrían ser de utilidad en su mohíno.
Así es que, Margo y Vicente viven desde aquel entonces en Vigo. Bueno, ¡ya hace marras de aquello! Ciertamente distan de ser adinerados, sin embargo Vicente supo auspiciar a Margo una vida digna, sin desmedidas; lejos de hacer alarde con sus logros o querer pertenecer a la alcurnia, Margo es una joven hermosa, dócil, alegre y laboriosa.
Con su padre tenían un almacén y una especie de fonda donde servían comidas y bebida principalmente a la gente que trabajaba en el puerto.
Con el correr del tiempo la zona iba agrandándose, se sumaban barrios pero junto a ellos se pusieron en marcha algunas medidas de seguridad en el puerto, controlaban la entrada y salida de cualquier producto en la llamada “Aduana de Vigo” aunque también se hacían intercambios por trueque a escondidas. Pues toda importación o exportación estaba sujeta a un arancel que estaba bajo la custodia del déspota del jefe de la aduana. Realmente se comportaba como un zaino, sin escrúpulos. La gente del lugar solía decir que ojalá la gendarmería lo aprendiera cuando hacia sus trampas, pero siempre se las arreglaba para zafar y burlar toda situación que lo comprometiera.
También era cierto que gracias a él, los jueves después de la media noche clandestinamente algunos hombres se juntaban a timbear en una aldea alejada del puerto. Estaba construida con adobe y ripio; Higinio, el albañil más joven era el autor de la obra.
Entre los juegos predilectos estaba el ajedrez que si bien no es un juego que requiera de azar parecía capturar el interés de la mayoría de los hombres.
En un jueves de aquellos ya estaban a punto de comenzar a jugar el jefe de la aduana y un empleado por un lado y por otro lado Higinio y Vicente también pretendían jugar. Higinio había roto la alcancía esa noche antes de asistir al evento y Vicente por su lado estaba muy confiado de su disposición y estrategias de juego. Después de todo su contrincante Higinio no le despertaba julepe alguno, pues pensaba que era más bien un joven insulso baladí.
Para comenzar se tiraba un dado, aquel que consiguieran sacar el puntaje mayor elegía quien comenzaba la partida. La verdad es que Higinio no era erudito en el tema, de hecho manejaba su propia jerga para nominar a las piezas del juego. Por ejemplo, al caballo había decidido llamarle jinete porque decía que era él quien lo manejaba. Al resto, a los peones, el alfil, la torre o roque, el rey y la reina también. No paso mucho tiempo que de pronto y de rebato Higinio no titubeó en anunciar jaque mate. Inmediatamente después se puso a danzar un jota que provenía de Aragón, más específicamente de Zaragoza de la provincia de la que era oriundo.
Vicente enojado dijo: -¿¡pero que racha es esta, cómo que un fulano venga a hacerme perder!?
Higinio no disimulaba su alborozo. Vicente tenía colmada la paciencia y le dijo que redujera la estupidez y que no hiciese tanta alharaca.
Higinio se serenó, lo miró fijo y le dijo: -creo que no se percata usted del calibre de la situación. Verá le explicaré mejor buen hombre. Usted acaba de adquirir una deuda conmigo. La relación que nos une es de guarismos, comprende… ¡de números!
Vicente se exalto un poco y algo arrebatado le dijo: -¡¿pero que te has creído?!, ¡tan joven y barrabás!
En realidad Vicente sabía que no tenía dinero y que acababa de sumarse una deuda. Vicente le dijo. –Tranquilo, tengo un mohíno de hace algunos años que si quieres te lo doy como pago y tu si quieres puedes arrendarlo, ponerlo en alquiler. Tiene una melena tupida muy parecida a un alazán. Porque si deseas yo pue…..
Con la presión que sentía Vicente había comenzado hablar y hablar sin suspiros. Higinio se canso; -¡quítese ya la máscara y confiese que no puede pagarme!
Vicente: -solo tengo un arsenal de alimentos, un almacén que atiendo con mi hija.
Higinio. –tiene una hija….pues ella me servirá.
Vicente: -¡No, ella no está a la venta! Conseguiré como pagarle.
Higinio: -Le daré plazo hasta principios del mes que entra. Sino paga en término me quedaré con su hija y el almacén.
Vicente reviso entre sus bolsillos y sacó un almanaque para saber cuantos días le quedaban. Tenía solo diez días.
Higinio decía que sus deudas eran del valor de tres embarcaciones de pescados completas. Era imposible que en diez días Vicente lograse saldar esa deuda. Sin embargo no estaba en condiciones de negar el plazo.
Otro de los ganadores fue aquel soez del jefe de la aduana. Con trampas se había garantizado la partida. El empleado quedo frustrado y resentido por sus maniobras. Al día siguiente sin miramientos éste tomo una navaja, la afiló y espero a que el jefe apareciera por el camino para llegar al trabajo. Cuando finalmente pesquisó su figura a lo lejos se preparó, quedo tieso como una momia a la espera de su arribo. Tan pronto como estuvo cerca de aquel fanfarrón que se jactaba de dueño y señor del comercio del puerto se lanzó sobre él para acabar con su vida.
Higinio esa mañana caminaba por la misma senda, se percató de la intención del muchacho e intentó anticiparse al suceso. Pero fue tarde el empleado había logrado perforar con la daga el estómago del maldito provocándole una muerte rápida. Cuando se dio cuenta de que se había convertido en un asesino se dio a la fuga.
Lamentablemente Higinio por evitar la tragedia sufrió parte del impacto, el cuchillo había alcanzado a rozar su brazo que ahora sangraba. Había quedado tirado en el suelo algo aturdido. Por suerte Margo también transitaba por el camino esa mañana. Margo generalmente se levantaba muy temprano y salía a recoger flores para adornar un poco el almacén; sus preferidas eran las flores de azahar. Además si podía aprovechaba y compraba algunas verduras y frutas como limones, naranjas, espinacas. Esa mañana había ido en busca de chauchas, zanahorias, cebollas porque pensaba preparar escabeche.
Margo quedo perpleja cuando vio el cuerpo de Higinio tirado en el suelo, no perdió instante alguno y corrió a socorrerlo.
Ella dijo: -pero joven, ¿qué es lo que ha ocurrido? ¡Está bañado en sangre, déjeme que lo ayude!
¿Será que pueda levantarse por voluntad propia? Yo atiendo un almacén por aquí cerca, estoy segura que allí podré proveerle mejor atención.
Higinio se levantó tan pronto pudo. Margo muy avispada decidió cortar camino por un atajo, aunque no era muy seguro. Para atravesarlo debían pasar por una especie de harén lleno de mujeres y que hacía ya tiempo que estaba. Repleto de alcahuetes.
Cuando estaban por llegar lo hizo entrar por la parte trasera del almacén en donde había un lavadero. Higinio llevaba puesto un mameluco azul pero que con el sagrado se había teñido toda la manga.
Margo se lavo bien las manos y se puso un mandil que utilizaba cuando cocinaba, luego limpio la herida del brazo y lo envolvió con una gasa.
Lo miro fijo y le dijo: -no se preocupe ahora le prepararé un jarabe que aprendí hacer cuando era niña en las comunidades gitanas. Ahora regreso.
Mientras tanto acomodó su alcoba y le busco una almohada grande para que pudiese recostarse. No había luz. La energía eléctrica se proveía solo en ciertas franjas del día, así que cuando no tenía luz debían buscar soluciones alternativas. Margo estaba con apuro, entonces prendió una bujía y en un latón preparo el brebaje medicinal que se diluía en alcohol; como un elixir. Mezclaba también algunas hierbas las que luego hacia un mazacote para el brazo lastimado. A éstas las pisaba con un marfil y el líquido debía tomarse caliente. Para ello Margo buscó una taza de café y le hizo tomar ligeramente la medicina.
Margo. –tome esto caliente mientras le pongo esto en el brazo. Mañana estará bien. La herida no ha sido tan profunda.
Higinio estaba un poco dolorido aun y se quejó un poco.
Margo era algo estricta. Y le dijo: - Oiga pero no se queje tanto, ¡ya parece que gritara como marrano!....¿¡tanto así le duele!?
-Vea, intente quedarse tranquilo y no moverse tanto porque me desacomoda el ajuar del cuarto y despertará a mi padre. Y así ambos tendremos problemas, pensara que estoy borracha por dejar entrar a un extraño aquí.
Higinio: -¡Extraño no señorita!, yo soy Higinio. En todo caso la extraña es usted.
Margo: -Si disculpe, yo soy Margo. Trabajo en un almacén y fonda que es de mi padre. Allí cocino para los trabajadores del puerto y si me disculpa se me está haciendo algo tarde. Por favor lo acompaño hasta el zaguán, debo comenzar con los preparativos para la comida de hoy.
Higinio parecía haber quedado eclipsado con aquella mujer, no le quitaba los ojos de encima. Es que ella había sido tan solidaria con él, pero además ella le parecía bonita; un gacela hermosa y ágil.
Margo; -Oiga hombre, ¿me escucha o no? Debe marcharse ya.
Higinio se fue más perdido que cuando había llegado.
Entonces Margo empezó a preparar la comida. Una sopa de mondongo, hirvió unos fideos cinta para luego mezclarlos con pesto (albaca, nueces picadas, perejil, ajo picado) que luego los acompañaría con mojarras salteadas con el aceite que conservaba en zafras. Y de postre rodajas de sandía, fruto de la planta muy cultivada en España. Por ultimo se compenetraba en su especialidad, los escabeches de chauchas. Ponía a hervir en agua las chauchas, zanahorias cortadas en fetas, rodajas de cebollas, agregaba sal a gusto, 2 o 3 hojas del laurel y un diente de ajo bien picado. Dejaba en hervor aquello hasta que el agua se hubiese consumido unas 2/3 partes y luego le agregaba vinagre y aceite.
Vicente estaba muy angustiado, triste, se sentía mezquino, desdichado. No sabía como saldaría la deuda y lo peor es que sabía que había comprometido la libertad de su hija. Comenzó a caminar como perdido y se alejo del puerto. Con el trayecto le despertó sed, conocía un aljibe popular de uso comunitario en donde se sacaba el agua. Las casas con mayores recursos solía haber norias, que hacen las veces de aljibe pero con un sistema de extracción más sofisticado. Constan de dos ruedas grandes que las mueve una caballería y una de ellas en forma vertical lleva colgada una maroma con arcaduces para extraer el agua del pozo.
Extrajo un poco de agua del aljibe, luego arrojo una moneda en el y pidió un deseo; que todo aquello que lo estaba abrumando simplemente se solucionara. Lo que Vicente desconocía es que su deseo se estaba realizando aun antes de que él lo formulara.
A las doce del medio día Higinio se presentó en el almacén y se acerco en donde Margo estaba, la saludo y le pidió le prestase algo de su tiempo.
Higinio: -Margo me dispensa el atrevimiento pero…..quisiera invitarla después del almuerzo al circo que está a unos kilómetros de aquí. Verá según me dijo tuvo contacto de niña con las comunidades gitanas. Yo pensé que le agradaría que empleásemos la tarde y fuéramos a visitarlos. Presentan un show especial con un mono y una jirafa…..jaja, ¡se imagina!
Bueno por supuesto, siempre que esta invitación no le parezca algo cursi, ridículo o de mal gusto.
Margo: -Por el contrario, me parece interesante la idea. ¿¡Es usted siempre tan zalamero!?
Higinio: -Bueno, en realidad soyn un poco gandul, haragán. Pero también es cierto que no siempre tengo el agrado de tan dulces compañías que me despierten tantas atenciones.
Margo: -Muchas gracias por el cumplido. Bueno, no hagamos esperar a la diversión.
Higinio:-Cuando lleguemos allí le compraré una manzana untada en almíbar, bien dulce como el azúcar, pero nada más dulce que usted.
Margo: -Para el show de los animales llevare una matraca para alentar la escena. Suelen ser muy graciosas.
Cuando terminó el show volvieron al puerto muy jocosos y divertidos. Higinio se veía cada vez más feliz, al punto que no pudo aguantar tanta felicidad y pidió a Margo que tomaran un descanso porque tenía algo importante que decirle.
Higinio: -Comprendo que solo llevamos un día de conocernos pero siento la conozco de toda una vida. Me tome el atrevimiento de comprarle un obsequio; es un ornamento con la forma de una bellota de nácar. Es persiana y antigua. Ni bien la vi., la imagine en su cuello y bajo la tentación la compré.
Margo: -Es hermosa, ¿persiana me dijo?
Higinio: -Pues el comerciante que me la vendió, dijo que esta pieza había sido víctima de una razzia hace muchos años atrás y que después lograron recuperarla. Mas tarde paso por muchos dueños y hace unos tres años en una subasta se remato y el comerciante la adquirió por una suma módica. Y hoy es suya.
Margo: -que bella historia, creo que ahora me gusta más. Si aun tiene tiempo me gustaría presentarle a mi padre.
Higinio: -Será un gusto.
Lo que nadie podía estar imaginándose es que Vicente el deudor de Higinio era el padre de Margo, la mujer de la que Higinio estaba perdidamente enamorado.
Cuando llegaron a la casa de Margo, Vicente estaba en un rincón de la casa y al escuchar ruidos se asomo por la celosía por la cual acostumbraba a mirar sin que nadie lo viera. Pero estaba muy oscuro, nada pudo ver. Hasta que se abrió la puerta de entrada pasaron y Margo llamó a su padre. Vicente con su curiosidad al límite se acerco rápidamente pero al llegar a la sala donde estaban, simplemente quedó atónito al ver a Higinio.
Higinio por su parte también quedó sorprendido. De pronto Vicente se dirigió a Higinio diciéndole: -Pero tan pronto ¿cómo pagaré?
Higinio comprendió en un instante todo la situación pero por ningún modo dejaría al descubierto la relación que ambos se tenían y mucho menos el trato con Vicente que ahora lo estaba perturbando. Pues él había tratado a la hija de Vicente aun antes de conocerla como un bien de uso. Como podría explicarse. Así que, sin reparo Higinio se la rebusco y dijo: -¡Albricias, usted ha dado en la tecla! Escuche bien, no hay álgebra que nos una, solo una gema.
Y allí miró a Margo. Margo se quedo callada por unos instantes, realmente no sabía de que hablaban. No tardo y les pregunto que era eso de lo que estaban hablando.
Vicente: -Es solo una broma de hombres. Yo lo conozco porque ¿recuerdas hija aquella piel curtida de cabra que quería conseguir …..¡el cordobán! para arreglar las sillas? El me las conseguirá. ¿Comprendes ahora?
Margo: -En realidad no tanto, pero si dices que es broma de hombres, dejémoslo así.
Así que esa noche todo quedo resuelto de una manera fortuita e inimaginable. Tocaron algo de guitarra mientras Margo los invitaba con un poco del escabeche que había preparado por la mañana.
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