Hace poco leí algo de José Lezama Lima, un fragmento de su libro Paradiso, con sus cangrejos de espuma y Cerní adentrándose en la noche. ¡Qué estilo tan interesante! En tan sólo un párrafo le otorga tanta versatilidad a la lengua americana... debería llamarse así a toda lengua callada o hablada en América Latina. Toda forma de uso, su entonación, acentuación, elisiones e incluso perversas pronunciaciones crean imágenes distintas, cada una de un lado desde el mar o la lluvia, aislados y emancipados, muertos de amor como la niña nicaragüense de Martí, sin saber de veras si se viene o va llegando o si llegará.
Como narran las memorias de los congresos de poesía, nuestra América nunca cesará de cambiar, transformarse y, según mi propio concepto, la mayoría de pronunciaciones costaneras, o isleñas, dejan mucho en qué pensar, porqué la producción intelectual dentro de terrenos arenosos o tibios, no húmedos, costaneros no pueblerinos o citadinos, le otorga tanta versatilidad a la lengua hablada.
Por el momento dispongo de muy pocos recuerdos de playas o amistades playeras. Sólo algunos tenderos vendedores de pescado o raspado en aquellas playas, las sucias, llenas de basura y personas con muchos colores artificiales. Allá no hace falta la imaginación, y afortunadamente el tiempo sobra para poder escribir y crear una América interconectada por el agua, no por sus fronteras terrestres. Cómo será entonces Bolivia que no cuenta con mar, qué sabor quedará luego de visitar todas estas tierras desde el agua, entenderé acaso porqué la libertad de occidente nunca llegó hasta mis playas y nos ideamos las nuestras a nuestra manera.
Todavía nos falta concebir esta escritura como la forma de expresar nuestras más profundas libertades, mas no el camino de ida para encontrarla; pero mientras se siga inventando pretextos para proclamar una esclavitud inexistente, las letras se verán subyugadas nuevamente a la esclavitud intelectual que padecen, o padecieron durante mucho tiempo los primeros exportadores de esta cultura local.
Esa libertad es por el momento innecesariamente dolorosa y excluyente, pues si el pueblo o la comunidad entera está alegre, entonces obviamente el latino lo está. Aunque la libertad para el poeta sería la síntesis completa de esta alegría compartida, en la sabana hace tiempo no se logra percibir esa claridad, que debería también ser la libertad.
Estoy rodeado de gente de toda parte, de ancestros que han recorrido otras regiones del país, han sido criados en lugares distintos al sitio donde actualmente habitan, y en vez de sintetizar sus antiguos recuerdos, con mucha dificultad tienden a ocultarlos mediante el sencillo método del suspiro. Sin padres responsables desde que se es muy pequeño se ve en la costumbre local de aventurar toda la vida, aún sabiéndose un ente más en una de tantas otras etapas que van destruyendo al ser humano, sin más que aportar más que experiencias de parranda, de chocolate o aguapanela con queso, y van dependiendo la región de quien lo inventa, fuerte y copiosamente desapareciendo entre aquellos cuya experiencia buscan sólo en lo que se ha vivido, dejando como regla, muchos años, largas historias.
Son esas historias las que llenan los vacíos de, creo yo, cada persona, y la forma en que son divulgadas les dará entonces fuerza suficiente para acallar todo intento de emancipación, no de las historias de la comunidad sino de sus propias historias de canto costanero, voz temblorosa y triste, y de seguro sólo basarnos en la poca experiencia de lo que nuestras cortas vidas lograrán alguna vez adquirir y vagar en la insignificancia de las intenciones para ser, de sentir nuestras acciones lícitas como esas profundas libertades y verdades que nos han hecho creer |