Los kaltrupianos no son gente especialmente alegre. Quizás por eso no se conoce tanto Kaltrupia como a sus vecinos Nuncajamás y Maravillas. Pero ahí está, silencioso, este pequeño y pobre país donde nunca pasa nada interesante para la literatura. Todo aquello cambia una vez al año (lo que aún no saben los escritores): Mientras Maravillas celebra el día de Alicia y Nuncajamás rinde homenajes y bailes en recuerdo de Wendy, hay una fiesta sencilla que se realiza en la localidad de Punskan, a los pies del volcán Kimskini, cercano a la triple frontera.

Allí los tímidos kaltrupianos bailan y beben por tres días elevando sonoras oraciones al dios Plisok para que de una vez se cumpla la ancestral profecía: que venga una enorme erupción que borre del mapa a los países limítrofes, para salir del anonimato y ser por fin un país en vías de desarrollo.