Otro día termina y yo, el ser que vino de los mundos disímiles, una vez más me sumergiré en las negras espirales de la confusión y descenderé a lo más profundo e ininteligible de mi mente, y cuando pasen las doce horas del día mutaré en el extraño ser que antaño fui. Sí… Y volveré a transformarme en ese organismo diabólico con semblante inacabado entre reptil y carnero, depredador de las negruras astrales, asesino virtuoso e indiscutible, veloz como el reflejo del rayo inalcanzable, y acecharé a mis presas allí donde sé hallen.

Bellas yugulares de trazos curvados, sensibles cual tiernos tallos vegetales en los que perfilar un leve contorno con mis incisivos estiletes me será suficiente para abrir las arterias y que estas derramen su inmaculada y caliente savia en mi organismo anhelante de permutar vida por muerte.

Corazones frágiles y al tiempo sensitivos dejarán de latir a mi paso, de ellos me nutriré; pues, aunque su apariencia resulte la inversa, encierran sabiduría y vida eterna y finalmente cuando llegue el momento del éxtasis, buscaré alcanzar el delirio tan sólo mediante la belleza más pura excelsa y carnal, y no será cualquier hembra, requeriré descendientes de diosas y mitos pasados que tan sólo hallaré guiándome por leves destellos de luz que delaten sus perfiles únicos y luminosos; sabré como encontrarlas, y cuando las halle, yo el rey del desaliento y la confusión, mancillaré sin conmiseración hasta obtener el orgasmo más atroz impío y delirante jamás percibido sobre suelo de humanos.

¡Sí! Los crepúsculos serán para mí días de aliento y mi hálito el de un ser mutante envenenado de muerte; a veces, quizá me sintáis y tal vez percibáis un vacío gélido como el de un abismo sin fin, pero yo, seres abúlicos y cotidianos, no iré a por vosotros, yo tan sólo busco la excelencia, el genio, la virtud. Lobreguez tras melancolía, esas piezas que sólo se encuentran en lo más hondo de vuestras pobres imaginaciones enviciadas, piezas puras, de colección, serán halladas atrapadas y recolectadas por mí en cada rincón de vuestro odioso y engreído planeta de “humanos.”

Recorreré sin descanso estepas, desiertos, montañas y mares y extenderé mi manto por los cinco continentes y cuando queráis libraros de mis influjos letales vuestro mundo será ya un caos de codicia y destrucción y en realidad cuando escribo esto compruebo que el proceso está ya muy avanzado y en estado latente de permanente gestación y desarrollo. Medio Oriente, La Tierra Prometida, os conduce con paso firme hacia un nuevo desastre en el que en el breve, vuestros cuerpos devorados por la poderosa fuerza del mal serán despellejados primero de piel, luego su carne arrancada de las osamentas y finalmente vuestro armazón se reducirá a cenizas y a polvo hasta que no quede de vosotros más que una mera reproducción grabada en el lugar donde una vez estuvisteis, que servirá, para recordar que el mal del oscurantismo estuvo allí y allí permanecerá por los siglos de los siglos…

Otro día comienza. Ahora debo regresar a mi lugar y representar lo que dicen que soy: La única estatua del mundo dedicada al diablo. La estatua del Ángel Caído del parque del Retiro de Madrid…

Pero tened en cuenta una cosa. Cuando paséis junto a mí ni se os ocurra volveros a mirar. Pues si vuestros ojos coinciden tan solo un instante con las cuencas de los míos y veis refulgir un leve destello, entonces apiadaros de vuestra alma porque, la maldición del crepúsculo habrá caído sobre vosotros…