El aire me trajo su último grito de desesperanza, entrecortado, sin ninguna convicción de que diera marcha atrás en mi huída. A veces, pensaba mientras caminaba con la vista fija al frente, hay que hacer cosas que duelen, para que no duelan más, o como le gustaba decir a ella, “aunque me cueste la misma vida”.
Giré por la segunda camino de casa, y todo volvió a ser familiar, conocido ... Esta vida ya la viví, no se cuándo, no se cómo, lo que si sé es que cometí los mismos errores que cometo y cometeré en ésta, y no por ello seré igual de feliz.
El truco, según creo, está más en el cómo que en el por qué.
En esas estaba cuando, esperando el bus, quedé perplejo al ver una cara familiar sentada en el banco de mi mismo viaje, sonriendo, y me habló con la voz más cálida jamás escuchada por un hombre.
“Te esperé, y por cada día que lo hice mi maleta se llenó de más y más cosas, pero ahora sé que mereció la pena”.
Y en estas estoy amigos, con la duda de retomar un viaje del que me bajé en marcha por no saber a dónde llegaría, o volver a casa en el autobús de los viejos amores, dónde se vacían maletas en el armario y se cometen siempre los mismos errores ...
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