La fila es larga y se mueve como un gusano gris hecho de carne muerta. Cabeza de aborto esta ahí mirándose los pies, como una sección más del gusano. Tiene todas las copias debidas, después de horas en el laberinto. Cabeza de aborto mira a la gente con números de folio en vez de rostros, pero entre ellos unos ojos brillan, como joyas. Es ella, Cabeza de aborto la conoce. Es linda, parece apurada y estresada, carga dos bultos.

La chica de ojos de joya pasa por un lado, se le cae una bolsa, rueda su monedero y otras cosas. La gente ni voltea, pero Cabeza de aborto no lo piensa y se sale de la fila. Cabeza de aborto se pone de rodillas y recoge el monedero. –No, maldito mono—dice ella y le muerde la mano tratando de quitarle el monedero. Cabeza de aborto aprieta los ojos y abre la boca, pero no hace ningun sonido. La chica deja de morderlo y Cabeza de aborto adolorido le extiende la mano para que tome el monedero. La chica respira un poco y luego toma su monedero, lo mira iracunda. Cabeza de aborto se levanta, cometió un error. Quiere volver a su lugar, pero la fila se ha cerrado. Está parado a un lado pero la gente finge que no lo ve.

Cabeza de aborto vuelve al final de la fila, mientras ve a la chica de ojos de joya. Ella también voltea a verlo, camina apurada hacía la puerta donde esta el uniformado. Cabeza de aborto intenta perderse en la cola del gusano, teme. Se ve el dorso de la mano coronado por una herradura roja. Dos horas después Cabeza de aborto es libre del gusano.

En el estacionamiento esta la chica de ojos de joya, parece que lo estuvo esperando. Cabeza de aborto la ve de lejos, ella voltea. Camina hacia él como desafiándolo a un duelo. –No me veas como si te debiera una disculpa—dice ella. –Es mi culpa, lo sé—dice Cabeza de aborto. –… No creas que me engañas. Eres un monito como todos. Creen que me engañan con sus miradas de ojos vacíos, pero los monitos no tienen sentimientos—dijo. –Yo no soy un monito—dice Cabeza de aborto. –No sabes nada entonces. Mira a tu alrededor, ¿ves algún ser humano?, mira allá no son nada más que monitos. Creyendo que piensan porque repiten clisés, creyendo que sienten porque van a una cena romántica con velas como en la película. Nadie quiere darse cuenta que los humanos se extinguieron y solo dejaron sus copias ridículas. Velos en su repugnante simulación de vida. ¿Los ves?—dice ella señalando hacia la gente que pasa. –Los veo—dice Cabeza de aborto. –Pues así eres tú—dice ella. –Claro, perdón si te hice sentir mal—dice Cabeza de aborto. La chica de ojos de joya lo mira con odio. –Idiota—dice y se da la vuelta enojada.

Cabeza de aborto la ve alejarse con su paso de niña enberrinchada. Que sorpresas de la vida, Cabeza de aborto sonríe.