Constantemente lo chantajeaba; encaramada en la ventana de un sexto piso, gritaba – Si sales con tus amigotes, me arrojo al vacío. Él, pacientemente, la tomaba con suavidad por los hombros y la persuadía, -Tranquila, amor, me quedaré contigo.
Esta escena se repetía diariamente, por diferentes motivos. Una noche, en que ella amenazaba tirarse al vacío, diciendo:
- ¡Quiero un collar de brillantes!
Él respiró hondo, levantando las manos con las palmas hacia fuera, y en el preciso instante, en que los “cuenteros” ponían sus dedos en el teclado para escribir, ”Final predecible”, la tomó con suavidad por los hombros, susurrándole al oído, - Amor, tus deseos son órdenes.
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