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Inicio / Cuenteros Locales / Tildur / La Voz, capitulo I

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Era una noche clara, de estas en las que la luna brilla con inusitada fuerza en lo mas alto del cielo, como un sol de plata. La ciudad dormía bajo ella, acunada. No había estrellas. O por lo menos no las había tras la capa de humo que la cubría. Aquella fuera hacía tiempo una ciudad pequeña, bella y no muy pobre. con su puerto, al que llegaban montones de barcos cada día. Incluso hubo un tiempo en el que vinieron turistas a pasear por sus calles empedradas. Nunca hubo en ella buen tiempo que atrajera girasoles a sus playas, pero algo era algo. Y aunque fuesen menos, era mas agradable tenerlos a ellos que a los girasoles.

Hoy, la ciudad continuaba siendo pequeña, menos bella y mas pobre. Había crecido. La gente tenía mas dinero. Y todo era mas caro. Aquellos recurdos de otros tiempos no se habían cuidado, o habían sido cuidados en exceso, convirtiendose en ruinas o bien en replicas. Y ya no hubo mas viajeros en la ciudad, que ahora daría su alma por unos cuantos girasoles. Pero claro, el porpio sol le había dado la espalda.

Cuando se fueron los viajeros, el dinero se fue con ellos de aventuras a otras tierras, y aqui quedaron los de siempre. Toda la ciudad se había volcado con ellos, y ahora se marchaban sin un misero adios. ¿Que hacer ahora? Pocas opciones quedaban. Bajaron los salarios, y se montaron un par de industrias, de estas que escupen nubes enteras y que nadie quiere cerca. A pesar de todo, la ciudad era una carcel que apenas se mantenía a si misma. Todavía se mantenía activo el puerto, que traía desde fuera lo necesario para que funcionasen las fabricas de humo, pues de humo era de lo que estaban hechas las aspiraciones de los ciudadanos. Y tambien se mantenía activo por aquellos que, año tras año, tomaban un barco para huir de aquel lugar, y luego cada año volvian a visitar a los que aún estaban presos.

El resto de la ciudad eran barrios residenciales, con comercios para si mismos. Podía decirse que la unica materia prima de aquella tierra eran las personas, y la apatía cada vez producía menos, y, como ya se dijo, eran muchas las que se iban lejos. Así, en aquella ciudad que agonizaba en silencio, la luna brillaba aquella noche, sorprendentemente despejada.
- Mañana habrá tormenta- Hubiera dicho algun anciano del lugar, pero pocos quedaban ya con ganas de hablar para no ser escuchados.

Bajo esa luna y esas estrellas invisbles, en uno de los tranquilos barrios residenciales, algo se movía silenciosamente entre las sombras. Llevaba ropa deportiva, un par de tenis, unos pantalones comodos y una sudadera, toda negra. También llevaba aquella bufanda que le comprara su madre tiempo atras, para protegerse del frio de la noche de invierno y para taparse la cara, si fuera necesario. Se movía de manera agil, con pasos apurados, nerviosos, y a pesar de todo decididos. Nadie vio como se plantaba frente a aquel muro. Su muro. No perdió el tiempo.

Fue dando forma a las intrincadas letras de su obra, todo lo rapido que podía si quería hacerlas tal y como las veía en su cabeza. Aunque su estatura desvelaba su corta edad, era habil en lo que estaba haciendo, y en poco tiempo tubo escrita la primera parte. Se retiro un poco para observarla con algo de perspectiva.

Aquella era su decima obra. Y sería la mejor. Estaba feliz.

- No tengo por qué tener miedo, mis palabras son balas- leyo en voz baja para si mismo.

Una extraña sensación a su espalda rompio su silencio interno. Cuando se giró, el spray cayo al suelo con un debil tintineo.

- No puedes- fue todo lo que se dijo aquella noche junto al muro.



Victor se desperezó en la cama mientras escuchaba la radio de su despertador. En realidad no la escuchaba, le importaba bien poco lo que estubieran diciendo. Seguramente discutirían sobre algun asunto de importancia capital, como la nueva ley sobre la lengua, o cualquier otro tema parecido, de estos que en nada afectan a la vida de la gente, y que se repiten hasta que te los aprendes de memoria.

Se sentía realmente cansado. Anoche había estado "buceando" en la red hasta tarde, y ahora la falta de horas de sueño pasaban factura. Pero tenía que ir a trabajar, así que se levantó de la cama y casi se podría decir que se arrastro hasta el baño. Cuando se metio en la ducha, un chorro de agua caliente y viscosa lo recibió. No tardo mucho en salir. No estaba para gastos estupidos, y con la ley del agua que el gobierno había decretado, no podía pasarse de su tasa. Ademas, aquel agua le dejaba la piel pegajosa, como si en vez de agua fuese aceite.

Se vistió, con su ropa formal algo arrugada, cogió su portatil y salio a la calle. Llovía. Es mas, parecía que se acercaba una tormenta, y caía una tromba de agua del cielo. Todo el mundo pasaba apurado con sus impermeables puestos, y la mayoría con sus paraguas. Otros, mas clasicos, llevaban sombrero. Los coches y sus dueños se desesperaban en el atasco de cada mañana, y la lluvia no ayudaba a arreglarlo. Y por si fuera poco, hacía frio. Un frio de estos humedos, tipicos de una ciudad costera del norte, un frío que cuando hace viento se te cuela hasta los huesos, por mucha ropa que lleves. Y aquel viernes hacía viento.

Y él, como un imbecil, no se había dado cuenta antes de bajar. Ahora no le apetecía volver a subir a por una cazadora y un paraguas, además llegaba tarde, así que, haciendo acopio de esperanzas, busco con la mirada algún autobús que parase frente a él. Solo entonces se percato de los operarios municipales que se afanaban bajo la lluvia en limpiar aquella pintada.
- No tengo porque tener miedo, mis palabras...- rezaba el humedo hormigón del muro.



- Hola Vic, ¿que tal?- rezaban las letras sobre la pantalla. Victor echó un vistazo a su alrededor. Estaba en una sala no muy grande, con las tipicas compartimentaciones para los trabajadores. No había mucha luz, ya que las ventanas daban a una calle demasiado estrecha para el sol, y uno de los escasos fluorescentes del techo llevaba toda la mañana parpadeando. El ruido de la lluvia tras los cristales ahogaba cualquier ruido en la oficina, que en cualquier caso permanecía sumida en el murmullo del teclear.

- Bien ¿Y tu?- se pregunto a si mismo porque decía aquello, teniendo en cuenta que estaba en una oficina mugrienta con la ropa empapada.

- También ¿Donde estas?

- ¿Tu que crees? Trabajando

- ¿Es seguro?- Las letras adquirían un matiz de absoluta seriedad, que no le agradaba lo mas mínimo viniendo de quien venía

- Si, bastante. Por lo de ahora nadie ha muerto herido por la grapadora :)

- Ja ja. A veces parece que estemos jugando a ser espías.

- ¿Y no lo somos? Entramos donde pocos lo consiguen, buscamos secretos que nadie quiere mostrar, y lo hacemos todo sin que nos vean ¿No es eso lo que hacen los espías?

- No, a los espías les pagan.

-Ya, bueno, quien sabe, igual un día de estos nos dan una sorpresa... por cierto ¿entraste en la web que te pase el otro día?

- Si, estuve mirando, pero había un boot rastreándome, y no me quería arriesgar, así que estuve poco tiempo. Pero me gusto, era interesante.

- Si, me ha gustado lo que leí allí. A ver cuanto dura...

- Le he pasado la dirección a un amigo, creo que también le ha gustado.

-¿Por qué se la pasaste?

- Bueno... cuantos mas seamos mejor ¿no?

- Ya, pero no me gustaría que alguien nos jodiese desde dentro

- Chico, no aparecemos en ningún lado. No hay forma de encontrarnos. De hecho creo que nosotros solos jamás hubiésemos encontrado nada. Ahora mismo estaríamos leyendo la pagina del periódico “La Verdad” o diciendo tonterías en algún foro carente de interés y vigilado por censores. Así que la única manera de que se nos encuentren es que nos demos a conocer.

- Ya, si te entiendo. Solo digo que no me gustan estas cosas ¿Qué sabes de él? ¿Lo conoces?

- Si, y no solo de los foros. Lo he visto en persona. Puedes estar tranquilo, no es un agente del gobierno buscándote jeje

- ¿Crees que no se puede mentir fuera tanto como dentro? Llevamos mas años haciéndolo, así que seguro que se nos da mejor.- Realmente no creía aquello, pero quedaba realmente bien escrito, y además intuía que si le llevaba la contraría lo suficiente, acabaría consiguiendo lo que quería.

- Mira, me rindo, le paso tu dirección y si quieres lo interrogas

-Ni de coña, me pasas la suya y ya hablaré yo bien protegido jaja

-Vale, vale, ahora te lo paso.

La conversación fue corta e impersonal. A Victor le dio la sensación de haber hablado con otros exactamente igual a aquel. Las mismas expresiones, las mismas frases hechas, las mismas ideas poco pensadas.

- ¿Qué? ¿Ya está? ¿Ha confesado ser un fascista asesino al servicio del gobierno que andaba buscándote?

- No. No es del gobierno, ni tiene nada que ver.

- Que seguridad. Pareces un experto interrogando... ¿no serás tu el que trabaja para el gobierno? Jaja

- No hace falta interrogarlo, ese tío es idiota, en el gobierno no cogen gente así.

- Venga, solo es algo joven de mas. Te recuerdo que tu también fuiste así hace un par de años.

- Si, y por suerte alguien me dijo que me estaba volviendo un gilipollas, y pude cambiar a tiempo.- Lo cierto es que no le apetecía mucho recordar como había sido hacía unos años, antes de conocerla a ella.

- Pues quizás deberías hablar tu con este.- Desgraciadamente, ella tenía razón una vez más.

- Tal vez. Lo veo demasiado lanzado. No quiero desilusionarlo, pero así no le veo un buen futuro.

- ¿Y quien tiene futuro? ¿Tu? ¿Yo? Vamos hombre, el futuro hace rato que emigró. Hoy en día te joden por cualquier chorrada ¿No has oído lo del chaval?

- No ¿qué chaval?

- Joder, últimamente parece que andas ido. ¿No estuviste conectado ayer por la noche?

- Si, pero estuve escribiendo.

- Asi que escribiendo... ya me dejarás leer. En cualquier caso a estas alturas de la mañana ya deberías haberte enterado. Un chaval que ha desparecido cerca de donde vives. Lo ultimo que se sabe es que estaba haciendo un grafiti. Seguro que han sido los de Control del Vandalismo. Te digo yo que ese ya no aparece

- ¿Por un graffiti? Joder ¿Qué coño ponía?

- Espera que lo busco... “No tengo por que tener miedo, mis palabras son balas”-

- Joder. Vi un par de tipos limpiandolo esta mañana. ¿Sabes de donde es la frase?

- No. Me imagino que de un libro, una pelicula, una canción... quien sabe. Lo que me extraña es como pudo encontrarla un niño de su edad. Pero si tienes muchas ganas de saberlo, buscalo en el google XD

- Si, igual me sale un enlace directo a la carcel XD. A mi no me extraña tanto. Cada vez hay mas chavales en la web. Son la nueva generación, la que ha crecido cuando la red ya estaba totalmente instaurada en nuestras vidas. Nosotros empezamos a hacernos viejos :)

- Tal vez. Quizás se muevan por la red mejor que nosotros a su edad, pero estoy segura de que no entenderán ni la mitad de lo que leen. Correr sin dirección no sirve de nada ;). En fin, debo irme.

- Esta bién. Nos vemos.

- Adiós


Cuando llego a casa, sus compañeros de piso ya estaban durmiendo. Era como si no los viera desde hacia meses. Cuando no estaban trabajando o durmiendo, cada uno estaba conectado en su habitación. Agotado, se dejo caer frente al ordenador y se aflojó la corbata. Tenía un mensaje nuevo.

“Lo lamentamos, pero en estos momentos no podemos tramitar su petición”

Víctor apretó los puños con fuerza. El solo quería ayudar. Tenía los mismos objetivos, los mismos ideales. Quería lo que ellos querían. Y aquellos cabrones decían que no. Con el escueto mensaje, camuflado como una simple notificación burocrática. No se fiaban de él, o no lo valoraban. En cualquier caso, aquello no iba a quedar así.

Texto agregado el 16-08-2006, y leído por 144 visitantes. (0 votos)


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