Miraba, pensaba. ¿Qué te podría decir? Solo esperaba paciente tu llegada, era lo único que me importaba. Había estado esperando ahí ya una hora, aunque acordamos vernos hace cinco minutos. Yo estaba ahí antes, como nunca, no se porqué. Había estado pensando mis preguntas, y tus respuestas, que aunque siempre vanas, sabía que no serían así esta vez. Porque esta vez era diferente. Morir era diferente, y tu forma de mirarme también. Así que esperé, esperé. Y bajé la cabeza, pensando que llegarías pronto, y bajé la cabeza solo para evitar mirarte, porque sabía que todo sería diferente. Lo sentía así. Llevaba varios días con el tormento en mi cabeza, sabía que pasaría pronto; cuándo, no lo sé. Tus manos tibias cubrieron mis ojos, de repente, tratando de aparentar que no eras tú, aunque sabías que te esperaba. Sentí tu aroma, y te reconocí, era muy fácil, ¿quién no distinguía tu aroma, tu tacto? En fin, subí mis manos hacia las tuyas, lentamente, suavemente. Me dijiste: "¿Quién soy?". Sin dudar contesté con los ojos cerrados: "¿Necesito decirlo? Creo que no." Sabías como me sentía, y que ya nada era igual. Tenía miedo, y creo que tú tambien. Me diste un beso, y esa larga, esperada e inútil conversación comenzó.
- ¿Cómo estás? - me preguntaste dudando.
- Creo que bien, tengo miedo.
- Me lo imagino - me contestaste, como si todo esto no te dijera nada, como si no sintieras nada.
- Espero que sí, aunque no quisiera que te pase lo mismo.
Sonreiste, y que mas dá. Silencios incómodos. Nuestras miradas se cruzaron, sentí tu miedo. "¿Porqué tienes miedo?" me dije "soy yo la que va a morir con esto, la que va a sufrir, la que está sufriendo, no tú." pensé.
- Bueno, dime, ¿Qué necesitas de mí? - rompiendo el silencio, dijiste.
- Primero, gracias por estar aquí, lo necesitaba. Ahora... tengo miedo, y tú sabes de la muerte, de mi muerte, voy a morir, y eso es inevitable.
- Lo sé - me dijiste- lo sé...
Tu indiferencia me dolía. ¿Y es que acaso no te dabas cuenta que a diferencia de todos estos años, ya la muerte no me causaba curiosidad? ¡Tenia miedo! Ahora ya no era solo la escapatoria a mis problemas, y a la monotonía de mi vida; ahora era dejarlo todo, y saber que iba a morir me rompía en mil pedazos.
- Tengo miedo. Mucho miedo. Ya no es tan fácil pensar que la muerte es mi salida, que es mi escapatoria, ahora es dejarlo -repetí mi idea- tengo miedo de que me duela, tengo miedo de quedar sola en una oscura realidad, tengo miedo de que mas allá solo sea otro largo camino, tengo miedo de que a mi funeral solo vaya mi madre, (respondiendo a mi pregunta de si realmente le importé a alguien), tengo miedo de perder mi vida sin terminar lo pendiente, tengo miedo de la soledad, de no encontrar a nadie que me acompañe en estos estúpidos 3 días. Por eso te busqué, porque tú me ayudaste a no sentir esa soledad alguna vez, y comprender que siempre había alguien para mí. Y ahora, ¿tanto te cuesta ser quien eras? ¿Responder a mis dudas, a mis temores, sin tu indiferencia? -y sentí una lágrima rodar por mi mejilla, el miedo a la soledad me aterraba, me irritaba, y la ira no la podía contener. Me irritaba verte tan sólido, tan frío, nunca fuiste así.
Levante la mirada, te vi a los ojos, aunque no quería hacerlo. Te vi ahí sentado al frente mío, como hace un año. Sentía tu miedo, y lo entendí. Tu mirada siempre me lo dijo todo, y ahora mas que nunca, con tan solo una mirada, te entendí. Entendí tu miedo, y el miedo al mío. Por última vez te vería, yo lo sé. Y veía tus ojos llenarse de lágrimas, brillar de confusión, y de pena.
- No, no quiero lástima, no quiero que llores, por favor.
- Veo tu estado, se como te sientes. Entiéndeme a mí.
- No, no es lo que está sucediendo en mi cuerpo, mis sufrimientos o mi dolor. Es lo que siento aquí- señalé mi pecho- en el alma, en el corazón. No tengas miedo por mí, es suficiente lo que yo siento. Solo te quiero aquí, para que me des tu aliento, por lo menos éstos últimos días. Ya nada queda ahora, no tengas miedo de mostrar lo que sientes.
Y lloraste, una lágrima resbaló por tu mejilla, bajaste la mirada, aunque sabías que llorar no te humillaría. Siempre pensé que era algo bueno, algo natural, algo de todos los seres vivos.
- Tengo miedo -repetí. Secaste tu lágrima con tu manga y me dijiste
- Yo también.
Quizás fue una de las conversaciones mas lentas, mas simples que tuve alguna vez, pero fue la mas intensa. Aún así las palabras no fluyeran como antes. Se entendía, morir no era un asunto fácil. Nunca el asunto religioso me había importado, eso era solo un mito, algo que no me era relevante.
- Pensar que mi realidad va a quedar aquí es uno de mis temores.- continué- Mis sufrimientos y mis dolores solo pasarán aquí, pero mi recuerdo se borrará de su historia, y suavemente el viento se irá llevando lo que algún día todo esto significó.
- La realidad termina cuando dejas de lastimarte. Todo esto es solo un paso mas que dar. Se que la vida fue difícil, nadie dijo que no. Y sabíamos que cada obstáculo estaría enfrente. No tengas mas miedo ya todo va a acabar. Y no le tengas miedo a la soledad, y a otras cosas, deja el miedo de saber que hay en el mas allá. El miedo no tiene que ser lo mas importante, la valentía no es la ausencia del miedo sino el considerar que hay cosas mas importantes que el miedo. La valentía estuvo contigo siempre, no la pierdas en este momento Chiquita. Porfavor no tengas miedo.
"Chiquita" -pensé- "¡Qué raro!"
- Tienes miedo, lo sé. Yo también. Estoy triste porque ya no te tendré aquí, porque ya no estarás mas conmigo, porque no puedo morir contigo, y si pudiera lo haría, estoy triste porque tu presencia y tu imagen quedará guardada en mí, pero ya no la veré mas. Pero estoy feliz porque se que ya no te lastimarás mas con ideas, y estarás tranquila y feliz, y descansarás, como siempre quisiste, descansarás de todas esas angustias que te carcomían por dentro, descansarás y ya todo tu temor acabará en la hora de tu muerte. Y estaré feliz porque tu estarás feliz, sin importar el lugar, yo también estaré feliz.
¿Qué te podía decir? Todas mis preguntas y tus respuestas se habían convertido en una triste despedida. Pero sabía que sería así. Y entendí por fin y después de todos estos años que estabas ahí, y que estarías allí, hasta que esto se acabe.
Te mire y me miraste. Ahora toda esta pesadilla de ver venir mi muerte se iba convirtiendo en una sublime idea de un sueño. Lo entendí, y lo sentiste. "Dame tu mano" -te dije acercándola a mi corazón.
Me miraste denuevo, sorprendido por lo que acababa de hacer. Me sonreiste y lo entendiste. Todo llegaba a su fin.
- Pronto dejarás de sentir, muy pronto
Nos miramos denuevo y una sola lágrima resbaló sobre tu mano y me abrazaste, muy fuerte. Y sonriendo en esta última escena de mi vida, me fui. |