No soy yo, pero podría decir a fuerza de hábitos
que no he perdido al monje oscuro que deje florecer.
Tu tienes el viento, para acariciarte el pelo y las manos
en las residuales tardes que anticipan la luna llena.
Tienes los folios llenos de espantos y tormentos,
al igual que el ábaco para sumar todas los días que has dormido.
Adquieres los cantos de las ballenas y las escuchas suicidarse
en los corpulentos brazos de la playa azul, te sonrojas, pero aúllas.
Nade envenenado por las aguas y solo me quedaba el celestial elemento,
así que lo abrase y me atrapó el fuego, no hubo aventura en este ultimo.
Texto agregado el 16-08-2006, y leído por 294
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