UNO

La capa de tiza dispersa hacía ver el pizarrón como una gran mancha polvorienta y asfixiante como las mismas tinieblas, mientras la ecuación de tercer grado sin resolver escrita en él hacía que su cara de púber estuviese a tono en un extremo del salón justo cuando el profesor lo llamó a resolverla con nota coeficiente dos.

DOS

Doblé la esquina y apenas apoyé mi peso sobre el piso empedrado caí en este pozo, caí en picada, así de cabeza tal como me ven caer ahora. Al principio me desesperé un poco pero al rato me acostumbréeeeeeeeeeeeee…!!!!

TRES

La profesora adoraba el sexo oral, es decir, que se lo hicieran a ella. Adoraba tirarse a los alumnos después de la clase, tal como acontecía en aquel instante. Sin embargo su pasión quedó fulminada al verlo enganchado con el alambre de su aparatoso frenillo entre medio de sus piernas. Estuvo casi dos semanas sin poder enseñar y mucho menos orinar.

CUATRO

Cuando ella accedió a sacarse el sostén y a decirme que sí con todo el deseo y la pasión ardiendo en sus pupilas; emocionado pensé en las veces que me tocó comer la parte con crema de la galleta, o en aquella vez cuando el viejito pascuero me trajo la bicicross que tanto desee.

CINCO

Puedo aceptar que me amarre, que me abofetee, que me haga pedazos a rasguños. También puedo aguantarle que tenga otras mujeres, que le guste morderme, que sea celoso y aprehensivo conmigo, que le guste hacérmelo por detrás sin usar la vaselina, que no me deje ir ni a la esquina sin su autorización. Puedo ser comprensiva las veces que me lo pida; sin embargo lo único que no le acepto ni le voy a aceptar nunca a este infeliz es que no sea sincero conmigo, que me mienta cuando dice que la sopa me quedó buena, y que no sea tierno, eso, son contadas con los dedos de la mano las veces que el insensible me ha dicho que me ama.

SEIS

Cuando ella me pidió el corazón yo de inmediato se lo di. Ahora ella es viuda y yo espero mi turno para hablar con San Pedro.

SIETE

Le hablaron de la esquizofrenia y de inmediato las voces en su cabeza se distorsionaron hasta quedar calladas, escondidas, solapadas. De ahí en más tanta pastilla que le recetaron lo hicieron defecar figuritas de yeso. De vez en cuando las voces vuelven pero ya no se escuchan tan imponentes, si hasta se confunden con las de ese doctor suyo que dicen le ha hecho bien. Mientras él se prepara anímicamente para cuando los odiosos chillidos vuelvan y hagan su estallido otra vez.