Necesariamente, el formato de persona afectada por la desolación, se mantiene en vigencia mientras que el caos se hace con el control indirecto de los movimientos de su alma, sin necesidad de pedir un tanto por ciento de clemencia para salir puro del juicio ante dios.
Transcurren lo días, y la piel se marchita al ritmo del Blues de la soledad, realizando incorporaciones fanáticas de estados existenciales, realizando apología de la prepotencia del ser, abierto a los demás, pero mirándolos con indiferencia; el sonido de su voz, con sus cruciales palabras, son un reciente best seller de filosofía contemporánea, que extermina con los rayos de la individualidad insensible, las caricias que enmudecen al mínimo tacto de una sonrisa, frente a los originarios.
En lo días venideros, todo ha cambiado, la simbología del intocable cae, la fuerza muta hacia la desesperación, que se acantona en los contados pasos, de un escenario, donde la verdadera realidad se muestra de frente, sin tapujos.
Expiras hacia la cara de un semejante, incontrolado por el intento de sobrevivir a ras de un nivel aceptable, donde la lucha entre factores combate en lo más cercano a la luz, que a veces ilumina nuestros cerebros.
Sientes la necesidad de la timidez, o simplemente es una defensa en los sentidos, que hace conspirar, idolatrar la perfección, los rasgos asociados a ella, pero la perfección tiene un precio, además de ser incompatible entre partes de un mismo estado, sin demorar en los cambios de lo principal, tu apariencia; sobreviviendo en silencios que aclaran la obra.
Tienes la necesidad de contárselo a alguien, y sin pensarlo, lo cuentas a la eterna perfección, una autentica obra maestra, de donde nace la imperfección noble, pulida a caricias, contratiempos, enfermedad, enfrentamientos, desilusiones… en fin, la vida.
Una vez contado, la felicidad hace ser grande, sin tener en consideración los pequeños sacrificios en beneficio hacia el idolatrado , que juega a ser dios, cuando sabe que es observado de cerca y obtiene las ganancias, de una actitud superior, frente al mérito de lo autentico, sin mentiras y con deseos de imperfección.
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