Canción de Cuna
El pequeño móvil daba vueltas sobre su cabeza produciendo aquel pavoroso sonido, no sabia con certeza cuanto tiempo tenia aborreciéndolo, pero desde que ella se comportaba de manera extraña, la perpetua canción de cuna producía un eco tenebroso en su memoria…
La pequeña luz de la lamparita de noche alumbraba tenuemente la habitación, todo tan tiernamente lúgubre, tan abominablemente inofensivo, como aquella maldad que intenta ocultarse detrás de una aparente dulzura. ¿Cuanto tiempo había pasado sin poder dormir?...
Lo único que podía saber era que el tiempo se hacia más largo mientras la habitación se encogía acorralándolo entre los barrotes de la cuna de madera, aquella eterna prisión que revolcaba entre risas los eternos juegos del aborrecimiento y la perversión, ¿Cuánto podría significar?, escondiendo entre sollozos las dolencias de la duda y el temor y, compartiendo aquel amor filial por quien sería su asesina, hacía lo único que quedaba entre sus indefensos pensamientos: llorar…
Lloraba pidiendo un auxilio torpe, buscando palabras claras entre sus desesperados sollozos, uniendo aquel irascible lloriqueo entre el sonido de la siniestra canción de cuna…
Un estruendoso relámpago hizo un coro fantasmal a la funesta melodía, mientras la lluvia comenzaba su descenso al compás de de su consternación…
Lluvia, Llanto, Canción de cuna… todo cabalmente calculado para convertir la habitación de un engendro malicioso en una envoltura de transparente celofán.
Cerró los ojos unos segundos, quería imaginar que aquel espectáculo terminaría al abrirlos, ¿a que hora se pararía esa canción? ¿Cuando concluiría su tortura?...
Siguió llorando como el pequeño bebé que era, incapaz de gritar pidiendo auxilio, rogando que ella no se volviera a acercar…
Desgraciadamente era muy tarde, el sigiloso ruido de la puerta se hizo escuchar entre la crepitante atmósfera, y ella entro derrotada al cuarto, su insolente sonrisa dejaba escapar aquel espíritu malévolo mientras el pequeño niño seguía llorando atemorizado en la cuna…
Soltó estrepitosamente el vaso de cristal que sostenía su mano, los vidrios estólidos se inmiscuyeron entre el centenar de peluches y el líquido contenido quedo derramado en la alfombra…
La sonrisa seguía ahí, intentando engañar desprotegidamente a su propio hijo, el niño asustado ante su impactante presencia dejo de llorar atemorizado, mientras la canción seguía su curso…
La madre acarició la mejilla de su hijo con una perversa ternura reflejando en aquella mirada suculenta sus verdaderas intenciones.
Tomó con ambas manos la almohada que se hallaba a los pies de la cuna, el niño tomó su última bocanada de aire e impidiéndole seguir llorando la condujo hacia su cara…
El llanto cesó, la lluvia siguió cayendo y la inmortal canción de cuna siguió sonando hasta el amanecer…
Pamela Loubet
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