Venga, buenas noches... Ya. Que quieres que te cuente un cuento. De Barataria. Pesadico eres, niño... la de tiempo que hacía que no dabas por saco. A ver, déjame pensar... La historia del Avestruz y la Via Golina no te la había explicado, verdad? Verás...
Una vieja costumbre baratariense era la que indicaba que las buenas personas debían recorrer, por lo menos una vez en su vida, la denominada “Via Golina”, un antiguo camino que recoría parte de la isla, desde la capital, Mandril, hasta Barcebollas, en la lejana y separatista provincia de Catalufia. O viceversa. Nadie sabe de dónde salió dicha costumbre, ni qué sentido tenía, es más, muchos la consideraban especialmente estúpida, puesto que no tenía justificaciones históricas, religiosas, económicas, ni de ningún otro tipo calificable como lógico. Una teoría con visos de verisimilitud, pero considerada anatema para los historiadores oficiales de la Républica, era que simplemente los de un lado querían comer las famosas cebollas a la vinagreta con judías y butifarra que habían dado nombre a la capital de Catalufia, mientras que los del otro se desplazaban tan solo para degustar los afamados bocadillos de calamar calloso típicos de Mandril. Pero bueno, así era el país. De forma que muchos de los baratarienses hacían, dia tras dia, dicho recorrido.
Ello acabó por preocupar al gobierno del señor Asno, puesto que mientras que los obreros hacían su romería, no estaban produciendo como dios y las Leyes del Mercado (que, como todo el mundo sabe, son mucho más importantes que dios) mandan. Y, como que la tradición no decía nada de en qué forma se debía hacer el camino, el consejo de Misterios decidió, por mayoría absoluta, como debe ser (y a ver quién era el guapo que le llevaba la contraria al Asno), desmantelar la antigua calzada romana que usaban quienes hacían el camino a pie, las carreteras que usaban los que iban en coche o autobús (condonó aquí las autopistas de peaje, por aquello de que daban ingresos a las arcas del estado y ayudaban a mantener el Dogma Sagrado del Déficit Cero), e incluso las viejas e históricas lineas de tren que unían ambas ciudades. Pero claro, esta gente podían ser muchas cosas, pero no tontos, así que no quisieron privar de tales delicatessen gastronómicas (si me permiten la pequeña herejía histórica) a las clases pudientes, no fuera caso que se les rebotaran y les retiraran el apoyo tácito y económico que les había llevado (y les mantenía) en el poder. De forma que lo que hicieron fue substituir las viejas vias de comunicación por una nueva, así como muy moderna y muy fashion, y, especialmente, muy cara, de forma que fuese disuasoria para los muertosdehambre de los trabajadores de perder el tiempo haciendo esas tonterías, pero que no supusiese ningún problema para la alta burguesía, la nobleza, el empresariado, los políticos y los famosillos de la tele. Y de paso, con la excusa de las obras, les sirviera para embolsarse cuantiosas comisiones y recalificar terrenos en los que tenían intereses. Y decidieron montar el Avestruz.
El Avestruz no era sino un tren, pero moderno y de diseño, con la particularidad que, según los planos de los ingenieros, podía ir muy rápido, reduciendo a unas pocas horas un trayecto que, originalmente, necesitaba de unas cuantas más. Vamos, que iba muy muy rápido, pero no volaba, de ahí el nombre. Como además era una cosa que quedaba muy cool y hacía que la República pareciese un pais moderno y en condiciones, en lugar lo que realmente era, consiguieron, de rebote, que al grueso de la población les pareciera una gran idea, obteniendo una gran aceptación popular al proyecto. Desde luego, hubo voces que se alzaron diciendo que era innecesario, o como poco, que estaba mal planteado, que el desmantelar los antiguos caminos era una tontería, que los pueblos y ciudades que quedaban en medio se verían condenados a convertirse en satélites económicos de las dos urbes terminales, e incluso que el proyecto era antiecológico e insostenible. Pero esos eran una panda de rojos separatistas malmasones y vendepatrias, y nadie les hizo mucho caso. Y las obras comenzaron.
Y siguieron.
Y siguieron.
Y siguieron.
Y el caso fue que, dos años después de la fecha oficial de finalización del proyecto, el problema no era que la linea aún no funcionase, es que no se había construido más que hasta poco más allá de la mitad del trayecto y aún no estaba claro por donde pasaría en sus últimos kilómetros, y la gente se estaba empezando a poner nerviosa. Por no hablar de que el gasto presupuestado se había disparado hasta casi doblar, en el tramo construido, lo previsto para el total de la obra. Así que decidiern hacer una operación de maquillaje, e inaugurar lo que ya tenían construido. Pero claro, había unos pequeños problemas, a saber: la señalización de las vias no estaba puesta, no había trenes disponibles (sí, el gasto que se había hecho había ido a parar todo a expropiar terrenos, allanar montañas, asfaltar valles, hacer túneles y puentes y poner railes y travesas, pero nadie había tenido en cuenta que una via, sin tren, vale para más bien poco...), y, sobretodo, el terreno se hundía. Como suena. Por lo visto, nadie en el gobierno pensó un poco (vale, ya me he dado cuenta de que lo que acabo de decir es una tontería, pero ya me entendeis, no?) en lo que significaba el nombre del camino. La Via Golina. Y es que había una zona del trazado en que el subsuelo no era estable, y, de pronto y sin avisar, se abrian pozos, a los que los ignorantes pueblerinos llamaban golinas, porque no sabían que en realidad se llamaban agujeros, pozos, socavones o burejos. Eso nunca había sido un problema cuando el camino se hacía a pie, en burra, coche, o incluso en trenes convencionales, porque eran medios con una velocidad limitada que les permitía frenar si de pronto se encontraban con un agujero delante. Pero claro, cuando tienes un avestruz corriendo a toda leche que se encuentra de pronto con un agujero en su camino, qué hace? Exacto. Esconder la cabeza bajo tierra.
La gente de los pueblos había avisado de ello. Pero el gobierno creyó que se trataba de unos rojos disfrazados de nobles pueblerinos de los campos de Barataria, que lo que intentaban era sabotear el proyecto, y no les hizo caso. También avisaron desde el Colegio de Geólogos de Barataria, pero en este caso el señor Asno tenía la convicción absoluta de que ERAN unos malmasones peligrosos (primero, que eran gente con estudios, y por tanto, proclives a pensar, lo cual siempre es un peligro para la seguridad de la patria, y después que eran gente que, además, habían elegido -elegido!!!- no dedicarse a la inspección de hacienda como hacía la gente de bien como él), así que no sólo no les hizo caso, sino que directamente les acusó de alta traición y los encarceló, y a puntito a puntito estuvieron de ser fusilados cuando, en el viaje pre-inaugural, con periodistas de todos los medios de comunicación del país, el tren (una vieja máquina de vapor que habían sacado de un museo y disimulado un poco con parches de cartón piedra para que no cantara tanto, y que total, nadie se iba a dar cuenta) se despeñó sima abajo. No murió ninguno a causa directa del choque, pero en el esfuerzo de sacar el tren del agujero (lo tuvieron que hacer los propios periodistas estirando de unas cuerdas que les prestó un pastor que pasaba por allí persiguiendo a una oveja a la que se quería follar, porque el gobierno negaba que el tren se hubiese hundido -sólo faltaría! Sugerir que ellos habían hecho algo mal!- y, por tanto, se negaba a enviar gruas. No, no es que el gobierno no quisiera enviar gruas porque un pastor se quería tirar a una cabra. Tuvieron que sacar el tren de la golina a pulso porque el gobierno no quería enviar gruas. Lo del pastor y la cabra es un tema privado y que sólo interesa a los de Crónicas Marcianas, y no tiene nada que ver, sólo pasaba por allí. Qué preguntas más chorras haces, hijo... y ahora calla, que pierdo el hilo). No murió ninguno por el accidente, decía, pero mientras sacaban el tren dos sufrieron un ataque al corazón por el esfuerzo, y sus funerales se celebraron con honores de caidos por dios y por la patria. O algo así. El gobierno acusó a los geólogos y al Partido de la Pancarta de haber cavado ellos el pozo, y de que todo era un sabotaje porque todos estaban contra ellos porque ellos eran los únicos que aseguraban la cohesión de Barataria, y que por mucho que les hicieran la puñeta seguirían haciéndolo y lo harían aunque para ello tuviesen que encarcelar a toda la población de la isla por traidores.
En fin, que hubo que retrasar tres meses más la inauguración, mientras rellenaban el agujero (con CDs piratas, otra lacra que sufría el país), reinstalaban la via y maquillaban otro tren. Pero el segundo viaje inaugural (que tardó tres dias para hacer un viaje que se hacía en dia y medio montado un burra, y eso parando a cenar y dormir en una posada de las que había en el camino), es otra historia.
Y ahora, a dormir, que es tarde. Venga, así, bien tapadito. Buenas nocheeeees... |