Cayendo lejos

Noche tras noche, en la cornisa del abismo terrenal,
él escucha sus gritos como gruñidos de alguien atrapado
en la profunda oscuridad. Como alguien que al parecer,
sojuzga su eco con desesperada abrumación; perdiéndose a los oídos del placer.

En la carretera del olvido solo encuentra lo que su paso dejó;
un brío corazón que no ha sido feliz.
Arrastrado, desorientado hacia la orilla de su vida; el frío fondo lo paralizó.
Contempló sueños en vigilia de sus brazos.
Reflexionó.
Qué triste está el alma cuando está triste por amor,
que vacío tan inmenso es la ausencia del ser que llena el infinito.
Tratando engañar la soledad que embargo su realidad.

Bajo su cabello suelto, un velo de incomparable dulzura,
un rostro iluminado por la claridad del día que muere
por el pensamiento de un alma que se va.
Aquellos ojos negros, insondables por aquel velo inefable y doliente que la rodeo.

Sin palabras. Un beso. Eso era todo.

Sin sentir el frío de la noche, se tomaron de la mano sin saberlo.
Una suave y extraña brisa acarició su rostro; se apoderó de su tristeza.

Los recuerdos del pasado se olvidaron del presente.