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EL SONAMBULO

Estaba durmiendo. Sus ojos estaban abiertos. Zora siempre se asustaba cuando lo veía de ese modo, sabia que a continuación haría una de sus demostraciones nocturnas.

Zazzee murmuro unas palabras, Zora no lo entendió muy bien.
Y luego Zazzee con esa mirada vidriosa habitual, se incorporaba de la cama, y tambaleante empezaba a caminar.
Primero daba tres vueltas a la cama, luego ante la mirada de Zora, abría la ventana del balcón, y salía fuera, Zora lo seguía sin hacer ruido, porque lo que venía a continuación la sobrecogía de temor.

Zazzee se subía a la barandilla del bacón en un equilibrio impensable, extendía los brazos y empezaba a girar sobre sí mismo.
Era imposible que con una maniobra tan dificultosa no se cayera, pero ni una sola vez de las que lo hizo, no dio ningún traspiés.

Zora se quedaba agazapada en un rincón del suelo del balcón contemplando los acrobáticos movimientos de Zazzee.
Y no se atrevía ni a llorar por no despertarlo y al mismo tiempo por la fascinación que le producía ese extraño comportamiento de su amante.

Así que por fin se decidió a ir al brujo del barrio africano.
Ciertamente le daba miedo el vudú, pero también, no sabía como resolver la situación sin comprometerse de tal modo, que no se enterara la mujer de Zazzee, de su apasionada relación extramatrimonial.

Duabdu era el brujo con mejor fama de todo el barrio, era un brujo benéfico, hacia magia blanca, según le dijeron, pero tampoco sabía si era cierto o no.

La casa de Duabdu era oscura, no entraba la luz diurna más que hasta los limites del portal, en su interior multitud de velas adosadas a toda clase de superficies daban una luz misteriosa y mística al lugar. Los retratos de vírgenes en todas sus apariciones posibles cubrían las paredes en un estampado apabullado de fetiches de todas clases que colgaban de ellas.

Duabdu estaba allí viéndola entrar con un blanco de los ojos inmaculado ante el trasfondo negro de su cara. Sus dientes eran irregulares y su sonrisa causaba mas temor que amabilidad.
-¿Que puede mi magia hacer por ti señora?-
-realmente no lo sé-
Zora la mulata jugaba con el ribete de su vestido nerviosamente, Duabdu parecía no apreciarlo y seguía con su terrible sonrisa en los labios, Zora se atrevió a seguir, su única salida era hacia delante.
-tengo cierto problema, pero también tengo un secreto que no quiero que se desvele-
-los secretos acaban siempre viendo la luz, porque la luz los llama, la luz cae sobre todas las cosas de este mundo-.
Ante esta respuesta la mulata Zora quedo dubdativa.
-“¿cómo iba a confiarle un secreto a un sabio que me augura su desvelo?”-
-bueno no sé, talvez hice mal en venir-
-si viniste es porque creíste que me necesitabas, señora-
-bien no sé, tal vez sí-
Los ojos de Duabdu eran tan penetrantes, que ahora mismo a Zora le daba miedo rechazar sus servicios.
-la magia sin embargo puede mantener la luz detrás de una línea casi por toda una vida, hasta que ésta ya no cumpla su efecto revelador a quien no interesa-
-bueno, la cuestión es que tengo un amante-
-ese es el secreto más antiguo del mundo-
-bueno, es que...creo que está poseído-
-¿como lo sabes, señora?-
-porque por las noches se levanta y es otra persona-
-mmm se levanta ¿cómo?-
-con los ojos abiertos, pero a mi no parece verme y hace cosas raras-
-¿que cosas, señora?-
-sale cada vez al balcón, y yo diría que quiere volar, o bailar en el aire-
-mmm ¿gira sobre sí mismo?
-si-
-¿desde donde?-
-desde el borde del balcón, se sube a la mismísima barandilla-
-¿grita?-
-no-
-¿pronuncia tu nombre, mientras esta en el trance?-
-no, habla pero no lo entiendo-
-¿pronuncia el nombre de su mujer, señora?
-no, no me parece haberlo oído-
-¿cómo se llama su mujer?-
-Rualita-
-¿de veras que no os menciona a ninguna de las dos?, fíjate bien la próxima vez-
-¿y que es lo que tengo que hacer entonces?-
-nada, señora-
-¿nada?-
-nada, págame 100 rupias y vuelve el sábado por la noche-
-¿ya esta?, ¿eso es todo?-
-es, señora, es, eso es todo-.

El miércoles Zazzee y Zora volvieron a reunirse en su pequeña habitación del sur de la ciudad.
Tuvieron un encuentro caluroso, desfogaron sus amores con ímpetu y con sudores.

Como se había ido la luz, (cosa habitual) Zora prendió una vela, pero la única que encontró en el cajón del dormitorio, no la había visto con anterioridad, una vela de color morado con ciertas inscripciones, que era realmente siniestra...le extrañó, pero su utilidad le era necesaria.

Había cocinado un pollo, pero por más que lo había cocido, a la hora de comérselo compartido por ambos, su carne seguía sangrando..
-¡Agghhh esta crudo!- dijo Zazzee asqueado.
-pues de verdad que no lo entiendo-
Zora estaba desolada, ella no se consideraba tan mala cocinera.
-pues vaya, que contrariedad, ¿qué más hay para cenar, pichona mía?, hazme algo suculento que no chorree sangre, si puede ser.-
-solo hay huevos con tomate, tesoro-
-bueno, pues hazme un par de huevos crujientes-
Cuando Zora fue a romper la cáscara del huevo para batirlo, un polluelo muerto salió de su interior.
-no lo entiendo, mira, te juro, que los he comprado hoy-
-bueno tu quieres matarme de hambre, mucho amor, pero solo en la cama, no en la mesa, ¡no es justo mujer!-
-bueno es que no me atrevo ni a ofrecerte un vaso de leche, mira, aunque la leche parece que esta bien-
Cogió un vaso y a medida que vertía la leche en él, iban apareciendo grumos y se ponía de color amarillo.
-¿no tienes la regla verdad, cariño?-
A Zazzee le pareció una explicación lógica.
-no la verdad, aún no me toca-
-bueno nos iremos a la cama sin cenar, al menos la carne de tus muslos me alimentará el espíritu-.

Y entre leves crujidos de vacío de ambos estómagos, hicieron el amor repetidas veces.
Luego quedaron dormidos.

A media noche Zora oyó un ruido, se desveló, se incorporó, y vio el bacón abierto. Salió descalza pisando con suavidad, y Zazzee estaba allí, de pie en la oscuridad, frente a ella, mirándola fijamente.

Sus ojos eran enormes, la intensidad de su mirada la asustó muchísimo, de pronto Zazzee levantó un brazo y dijo su nombre arrastrando las letras
-ZZZoooraaa-
Y en su mano relumbró un enorme cuchillo de caza.
Inmediatamente después, en un movimiento increíblemente rápido, se clavo el cuchillo en su propio vientre.
Un surtidor de sangre bestial roció a Zora de arriba a bajo...ella no podía zafarse de ese surtidor carmesí que la envolvía por entero pegajosamente.

Ella gritó aterrorizada, y gritó, y gritó, hasta quedarse sin voz, hasta que lo vio todo rojo, y después todo negro.
Hasta que de pronto se dio cuenta de que estaba aún en la cama, sudando irrefrenablemente, y Zazzee estaba a su lado dormido placidamente como un niño grande.

El sábado acudió a su cita con el brujo sabio.
Al entrar se dio cuenta que las velas de todos los rincones eran de color morado, su luz era extrañamente mas luminosa de lo normal, como reavivada por algún misterio insondable.

Duabdu estaba al fondo de una arcada, detrás de un rudimentario altar de madera, donde un cáliz de cobre reposaba solemne, y él Duabdu, con una túnica blanca de arriba abajo, destacaba en ferocidad por llevar las manos y las mangas completamente manchadas en sangre.

Cuando ella apareció en el umbral, recibió un sobresalto, pues un enorme cubo de sangre, proveniente de súbito de unas manos no identificadas, le fue arrojado encima.
Entonces ella empezó a gritar descabelladamente, con verdadera histeria, y otras manos (una multitud de ellas), surgidas de la nada, la hacían girar sobre si misma vertiginosamente, tirándole de los brazos y de la ropa.
Ella no dejó ni un segundo de gritar de terror, la sangre se le metía dentro de la boca, y por un momento se atragantaba, para luego seguir gritando con desesperación, hasta el punto de desvanecerse.

Cuando volvió a abrir los ojos, el mundo seguía girando de forma extraña. Podía ver rodar las estrellas sobre su cabeza. Sentía su cuerpo desnudo, y una fuerte brisa lo acariciaba de arriba abajo.

Sentía que estaba caminando, sin ella pretenderlo, en realidad estaba girando, ella misma sobre sus propios pies.
Sus pies descalzos desbordaban sobre la estrechez de la barandilla del balcón.

Al percatarse de ello, y asumir la altura donde se encontraba, súbitamente perdió el equilibrio, y mientras a cámara lenta se sucedía su caída, vio a Zazzee frente a ella, allí mismo en el balcón, con esos ojos que parecían de vidrio y que pertenecieran a un
taxidermista.
Y lo vio por segunda vez, a Zazzee clavarse a sí mismo un enorme cuchillo en el vientre.

En un altar del barrio negro, un brujo completamente ensangrentado escupió un brebaje en un cáliz y pronuncio su sentencia-
-Que prenda la luz, y se vean los rostros, los unos a otros-

Zora seguía cayendo segundo a segundo, Zazzee se desangraba brutalmente con la boca abierta hacia el cielo, la sangre brotaba de él como una fuente de fantasía, con un surtidor espectacular.

Entonces en la mente de Zora se hizo una aparición, si, vio dentro de sí un perfil iluminado y pronuncio un nombre.
-¡Rualita!-
Y mientras ella lo pronunciaba, en su interminable caída, oyó que Zazzee lo gritaba también.
-Ruuaaliitaa-
Zora en el segundo siguiente, estaba destrozada sobre el asfalto, sin una brizna de vida.
Zazzee desde arriba, seguía boqueando hasta quedarse sin sangre en su interior, y entonces sencillamente se doblo sobre si mismo, y quedo completamente inmóvil para siempre.

Al mismo tiempo, en un callejón cercano al suceso, desde donde fue visible todo el acontecimiento, una negra pechugona lloraba desconsolada, bañada de arriba a bajo en sangre ...y entre sorbo y sorbo de lagrimas renegó de esta manera....
-maldito, maldito, Zazzee ¡te lo merecías!-

El brujo tenia 200 rupias pegajosas sobre el altar.
-Un trabajo barato-
Comentó Duabdu con uno de sus discípulos.
-No creas que lo he hecho por dinero, yo no podía guardar para Zora un secreto que se sabía a voces por todo el barrio francés, además no podía cumplir con sus premisas estando ya comprometido y habiendo cumplido ya parte del embrujo a Zazzee
solicitado con anterioridad por su mujer, así que el dinero que he aceptado de la amante Zora, ha de servir para pagar su propia venganza post mortem, con lo que pienso ensañarme con Rualita, y además la venganza es un placer oscuro que me conmueve, el odio de Rualita la deja a mi merced para mortificarla cuanto quiera, lo cual me complace muchísimo-
-señor Duabdu, ¿porque, señor Duabdu, porque castigarla de esta manera?-
-porque el odio, son los grilletes ocultos del vudú, la cadena subliminal que ata las almas con la oscuridad, sin que fuera advertido en sus fueros por el vengativo urdidor de la trampa fatal, y así, como no hay quien se libre de su propio odio, así pues, no hay quien se salve de la condenación, y queda preso de por siempre en su propia ruindad-
-señor Duabdu, ¿realmente tiene ese poder la oscuridad, señor Duabdu?-
-aunque te parezca un contrasentido, solo de la oscuridad se aprende, solo la oscuridad tiene luz en este mundo, el camino tortuoso es el que nos enseña a dar los pasos correctos-
Duabdu le dio una palmada a su discípulo en la nuca.
-No preguntes tanto, las cosas se han de ver, se han de ver por uno mismo, tanto como Rualita ha de ver la luz, ahora mismo, para su horror-
Y Duabdu volvió a escupir en el cáliz.

Rualita en la oscuridad del callejón había tenido una visión, y vomitaba copiosamente, no importaba lo que había visto, lo vería todo el resto de su vida...
Pero lo que había visto se parecía mucho a su propio rostro, a su verdadero rostro, y tal vez lo que vislumbró fue la faz de un monstruo.

Silvia Escario.

13-08-06.

Texto agregado el 15-08-2006, y leído por 177 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-08-2006 Caramba, que cuento, Vudú, magia, misterio de la vida, y tal como dice el brujo, que al parecer tambien le hacia a la de la negra, todo mistrio ha de ser develado en alguin isntante, o ya lo ha sido, pero, en nuestra obsecación no la vemos, solo miramos lo que queremos ver. relato encantador ***** curiche
 
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