Mis historias tristes y las musas infinitas Parte 2

Quiero, hoy, estar con ellas en el paraíso. Quiero estar de nuevo en aquella cama redonda de un hotel de treinta soles que significaba placer. Amigo, las extraño. Déjame un cigarro, no te los acabes todos. Una sí, la otra no. Sólo una me fue infiel. Sí. Cuesta mucho aceptarlo. No, no. Tú sabes, las burlas , las penas, las lágrimas, la sangre y todo aquello que te pone triste, todo aquello que no indica la presencia de si quiera un poco de felicidad. Todo aquello que te pone melancólico, que te da ganas de dejar de existir. Aquello que le quita el significado a tu insignificante vida. Ahora me entiendes, ¿no?. Sí, no soporté compartir sus labios. Lo mismo me pasó con la segunda musa. Sí, con la segunda musa infinita. No, pero ella no me fue infiel, o por lo menos me gusta pensar eso. No porque no sea verdad, sino porque... uno nunca sabe, ¿no?. ¿Que porqué compartí los labios de la segunda musa infinita?. Bueno, te explico. Después de terminar con ella, bueno, sus labios, y ella, pertenecieron a otro. Un amor lejano de verano. Un amor limeño. De verano. Camaná. Sí, ahí. Y bueno, hay veces en las que lloro incansablemente imaginando la imagen, por más redundante que suene, amigo, imagino la imagen. Hay veces en las que despierto, generalmente a las tres o cuatro de la mañana, sudando, todo frío, con miedo y con la cabeza llena de recuerdos, y me paro, voy directo hacia la máquina que trascribe mis ideas en papel. A la computadora, sí. A aquel inerte aparato dueño de mis secretos, y de mis historias más tristes. Y escribo. Poemas, narraciones, cuentos, frases, versos, ideas o simples palabras que reflejan lo que siento. Que explican porqué lloro. Y bueno, escribo, pues. Escribo sentimientos, ideas que reflejan lo que pienso en aquel momento, escribo mis historias tristes y le cuento a mi computadora las imágenes que imagino. Lo que pienso es a veces muy complejo, no por difícil, sino por recargado. Basta una idea para crear un millón de imágenes, todas malas, por supuesto. Hay veces en las que imagino un pasado diferente. Veces en las que me hago la pregunta: ¿y qué hubiese sido si...?. ¿No?. Que hubiese sido si no hubiera jugado con ellas. Si no hubiera sido infiel. Si hubiera sido hombre, no por homosexual, sino por irrespetuoso. Tú bien sabes que a las mujeres... ni con el pétalo de una rosa, ¿no?. Y bueno, imagino imágenes de un futuro juntos. Que hubiese sido si... Tú me entiendes. Un hijo, o tal vez dos. Una casa enorme y bien decorada, con un jardín de ensueño y con una piscina que simboliza riqueza. Un bar con tragos realmente caros. Una biblioteca que me significa inteligencia y éxito. A ella, o bueno, a ellas bellas como siempre, limpias, jóvenes, aún con ese aspecto inocente y virginal, felices, con una sonrisa de dientes blancos y brillantes que me costó mucho dinero. Me las imagino también en una noche de gala. Bajando las gradas, ellas, en un vestido realmente caro. Con joyas únicas ahorcando su cuello y sus muñecas. Con unas uñas inmensas de una manicura realmente cara. Bajando, por aquellas gradas de madera realmente cara, que están junto a aquellos estantes con cuadros de fotos. Fotos de viajes realmente caros. Dinero. El dinero que bueno... antes no les pude dar. Fue por adicto. Por eso no les di el dinero, o por lo menos la inversión merecida, ¿no?. Una de ellas me dejó por eso, no por la adicción si no por la falta de inversión, amigo. Una mierda total la cojuda esa. Ja ja ja. A veces hay que desfogar la furia, ¿no?. Yo la boto, la expulso en peleas y letras. En embriagarme sin razón y sin motivo. Borracho, o ebrio para las personas finas, cultas, refinas y refinadas, estúpidas para mí, me siento bien. Me siento libre. Y sí, imaginaba un futuro feliz, lleno de dinero que nunca pude dar y de inteligencia que siempre tuve ahí y que desperdicié. En la adicción, pues, amigo. ¿Me estás prestando atención?.